Política & farándula: Jorge Rial vs. Marianela Mirra

Las diferentes estrategias del choque mediático quedaron en evidencia luego de que Jorge Rial y Marianela Mirra no consuman la seducción y terminaron distanciados. Ambos especialistas en Gran Hermano, organizaron sus embestidas. Mirra apeló a una supuesta estigmatización de Rial contra las mujeres para así obtener el apoyo de género. Rial, hasta ahora el más perdidoso porque lo abandonó su actual mujer -que antes le había costado un divorcio de su anterior mujer-, decidió politizar el escándalo, acusando a Mirra de ser una vividora del poder tucumano. Así, el asunto merece una relectura política, no sólo mediática ni farandulera.


 
"El hombrecito tenía 58 años cuando dejó este mundo, pero antes legó su estudio de la conducta humana que no es otra cosa que el derecho. El jurista romano en algún momento de su vida escribió tres frase-citas: “honeste vivere, alterum non laedere, suum cuique tribuere”. Domicio Ulpiano no es sólo unas letras en negrita de los libros de Derecho Romano: vivió en Roma entre los años 170 y 228. Por aquel entonces había inferido tres reglitas básicas para la vida y para la convivencia de los seres humanos: “vivir honestamente, no perjudicar al otro y dar a cada uno lo suyo”. Si Ulpiano pudiera tuitear, o si simplemente algunos hubiera podido tatuarse en sus cuerpos algunas de estos conceptos, tal vez la historia sería diferente. Ni Jorge Rial ni Marianela Mirra tuvieron muy en cuenta lo que Ulpiano le aconsejaba por entonces al emperador Severo. Sus odios, sus amores, sus broncas, sus rencores estallaron públicamente y causaron más daño de lo que ellos mismos imaginaron. Sus miserias personales se propagaron por las redes sociales, por la televisión, e hizo metástasis en la política tucumana.
 
Una política enferma que ha elegido seguir mala antes que ir al médico para encarar una cura eficiente. Los síntomas están a la vista y la prensa se los ha señalado más de una vez. Sin embargo, la respuesta del enfermo ha sido esconderse, mentir o tapar los síntomas y, la mayoría de las veces, negar a como dé lugar la idoneidad del que da el diagnóstico.
 
Muchos políticos tucumanos se han desesperado por recaudar fondos para sí mismos y el mejor anticoagulante para tanto desangramiento ético es ser obsecuente con el mandamás de turno. Eso da impunidad. O al menos eso parece.
 
La farándula alguna vez fue la profesión y el ambiente de los actores. Con el tiempo derivó en “Mundillo de la vida nocturna formado por figuras de los negocios, el deporte, la política y el espectáculo”. La palabra perdió la profesionalización y se metió en otros ámbitos. En Tucumán se introdujo en la Casa de Gobierno. “…La verdad es que no hay descanso aquí. Todos los días hay problemas”, fue la respuesta de un “sijosesista” que atiende el teléfono y ceba mates. Las preocupaciones oficiales no estaban centradas ni en la pobreza ni en el Código Penal, sino en el intruso que podía destapar lo que se había tapado por la impunidad misma.
 
Y se destapó. En horas de la madrugada un concejal de Yerba Buena cargó con el muerto, como suelen decir en la jerga del hampa. El edil Luciano Villegas reconoció que la madre y el hermano de Marianela eran empleados suyos. Aclaró que lo hizo después de tener una relación con la triunfadora de Gran Hermano. Pero antes de decir nada aclaró: “el intendente Daniel Toledo no tiene nada que ver”. Su discurso dejó la sensación de que le habían pedido que saliese a decir exactamente eso. ¿Por qué? Seguramente Villegas pueda sentir que cumplir con sus jefes es lo que corresponde: así funciona el verticalismo peronista. Sin embargo, eso está muy lejos de un respeto a las instituciones y, mucho más aún, de las reglas de Ulpiano.
 
Mientras Marianela se fue convirtiendo en cuestión de Estado en Tucumán, en Buenos Aires, las autoridades del canal América recibían llamados desde algún 0381 cada minuto. El periodista Román Lejtman advirtió que hasta Carlos Zannini recibió un pedido de apagar tanto fuego.
 
Rial, en su poco seria reacción contra Mirra, había apuntado a Villegas, al secretario de Gobierno de la Municipalidad de la capital, Germán Alfaro y al gobernador Alperovich. Un programa de chimentos terminó sacudiendo la política tucumana. Los operadores “sijosesistas” reconocieron que todo esto probablemente apure la candidatura de Beatriz Rojkés;  y que seguramente desacelere el armado del Oeste, donde Toledo sonaba como eventual cabeza de la lista. Dan por sentado, además, que Villegas -el único que habló en público-, va a ser acribillado por su pares de la Ciudad Jardín, porque ha confirmado que los oficialistas, a la hora de los nombramientos, tienen el pasto hachado, mientras que a los opositores les recomienda no pisar el césped.
 
La convulsión que vivieron en las altas esferas del poder no fue causada por una investigación de la prensa ni por “Watergate” generado por un “garganta profunda” sino por un chisme potenciado por las redes sociales.
 
No es la primera vez que los problemas personales sacuden los cimientos de la política. A mediados de la gestión de Julio Miranda estalló el escándalo por lo que supuestamente cobraban -y por la forma en que supuestamente lo hacían- los legisladores de entonces. El fiscal Esteban Jerez tenía documentación en la mano, hasta que la denunciante dio marcha atrás y todo quedó en el tacho de la basura. Quedó claro que no se estaba viviendo honestamente, que se estaba perjudicando a un tercero (o a varios) y que no se estaba dando a cada uno lo suyo.
 
La impunidad muchas veces nace de la mano de la bonhomía que generan los amiguismos, las obsecuencias con el poder, o el miedo. Las denuncias llegan a taparse en cualquiera de los poderes hasta que, a la larga o a la corta, un chisme las delata. La sociedad tucumana no debería merecer este trato discrecional de los poderes. (...)".

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