Cuál es la fórmula usada por la Iglesia para canonizar

El momento preciso en que un beato es convertido en santo se produce, durante el rito católico, tras la pronunciación de la denominada "fórmula de canonización". Tal cual lo establece la tradición, en esta ocasión fue enunciada por el Papa Francisco para la proclamación de Juan Pablo II y Juan XXIII como nuevos santos de la Iglesia católica.


En determinado momento de la celebración, el cardenal Angelo Amato, prefecto de laCongregación para las Causas de los Santos, preguntó tres veces al Papa si procede a la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II. Luego, solicitó al Sumo Pontífice que inscribiera el nombre de los dos Papas beatos en el "Catálogo de los Santos".
Tras este paso, el papa Francisco pronunció la "fórmula de canonización":
"En honor a la Santísima Trinidad, para exaltación de la fe católica y crecimiento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y la Nuestra, después de haber reflexionado largamente, invocando muchas veces la ayuda divina y oído el parecer de numerosos hermanos en el episcopado, declaramos y definimos Santos a los Beatos Juan XXIII y Juan Pablo II y los inscribimos en el Catálogo de los Santos, y establecemos que en toda la Iglesia sean devotamente honrados entre los Santos. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén".
A continuación se presentaron al Papa los relicarios de los nuevos santos, que permanecieron expuestos en el altar durante la celebración: el de Juan Pablo II, contiene una ampolla con su sangre y es el mismo mostrado el 1 de mayo de 2011 mientras para Juan XXIII se ha fabricado uno gemelo ya que durante su beatificación, el 3 de septiembre del año 2000, su cuerpo todavía no había sido exhumado.
Después de la proclamación del Evangelio, Francisco pronunció una homilía en la que definió a San Juan XXIII como ''el Papa de la docilidad al Espíritu Santo'' y a San Juan Pablo II como ''el Papa de la Familia'' , habiendo recordado antes que ''en el centro de este domingo, con el que se termina la octava de pascua, y que Juan Pablo II quiso dedicar a la Divina Misericordia, están las llagas gloriosas de Cristo resucitado''.

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