Una confusión conveniente, el apoyo del Papa que no es tal

Roberto Carlés tiene 33 años y espera ser juez de la Corte Suprema de Justicia. En su currículum abundan más sus asistencias a conferencias de otros juristas que los méritos propios. Cristina Kirchner lo propuso como miembro del máximo tribunal de Justicia del país porque merodeó cerca del oficialismo y porque Raúl Zaffaroni es su maestro en la interpretación del Derecho Penal. Si Carlés se diera el gusto, habrá conseguido trabajo para los próximos cuarenta años de su vida. Esa designación depende ahora del acuerdo que debe darle el Senado. Se necesita el voto de los dos tercios de los senadores, una mayoría especial que el cristinismo no tiene. Desde noviembre del año pasado, Carlés viene exhibiéndose como candidato del papa Francisco para integrar la Corte Suprema.


Por Joaquín Morales Solá | LA NACION

Sin embargo, fuentes vaticanas muy cercanas a Francisco desmintieron ayer esa versión: "El Papa no tiene ningún candidato para la Corte Suprema argentina", aseguraron. Varios obispos argentinos, sorprendidos por la noticia que deslizaba Carlés, recibieron la misma rectificación de Roma cuando consultaron sobre su veracidad. "Es imposible que el Papa apoye a un candidato para la Corte Suprema cuando no conoce la opinión de la Corte ni la de todos los senadores. El Papa respeta a las instituciones", dijeron esos voceros confiables.
La mayor confusión la provocó en los últimos días una foto del Pontífice con Carlés en el Vaticano, pocos días después de que su pliego fuera enviado al Senado. Pareció un apoyo explícito a su candidatura. La historia que cuentan desde Roma es otra. Carlés integró una delegación presidida por el español Federico Mayor Zaragoza, ex director general de la Unesco y actual presidente de la Comisión Mundial contra la Pena de Muerte, que visitó al Papa para exponerle los planes de esa organización internacional. La reunión estaba agendada desde noviembre pasado. ¿Podía el Papa cancelar la reunión a último momento? Podía, pero Francisco nunca cancela una reunión a último momento. "Hubiera tenido que dar explicaciones o herir sensibilidades, cosa que él nunca hace", dijeron colaboradores del Papa.
Antes de esa reunión con Mayor Zaragoza, Francisco recibió durante una breve audiencia a Carlés, quien le entregó un informe sobre Víctor Saldaño, el argentino condenado a pena de muerte en los Estados Unidos. En verdad, la reunión del año pasado de Carlés con el Papa también se limitó exclusivamente a revisar la situación de Saldaño. Carlés y otro abogado argentino le pidieron al líder de la Iglesia Católica que intercediera ante las autoridades norteamericanas. El Papa les requirió entonces un exhaustivo informe sobre Saldaño y los argumentos jurídicos que respaldarían su pedido. Es lo que Carlés le entregó en su reciente reunión con el Pontífice.
Pero el Papa fue más allá durante ese último encuentro: le dijo a Carlés que debía aclarar que esa reunión no significaba un apoyo papal a su candidatura para la Corte. Carlés obedeció a medias: dijo luego que no habían hablado de su candidatura. No aclaró si había o no apoyo del Papa. Carlés es así: convierte una gota en un océano. Hizo trascender que Francisco fue el sacerdote que ofició la ceremonia religiosa de su confirmación como católico. Es cierto, pero ¿a cuántos miles de católicos confirma un sacerdote a lo largo de una larga vida? "No se puede tomar ese dato histórico religioso como un apoyo político actual", precisaron al lado del Papa.
Hay cierto cansancio en Roma por la permanente lectura que se hace de los gestos del Papa en clave política argentina. Hay aquí un desconocimiento del enorme caudal de problemas que se abaten sobre el Pontífice. Un obispo argentino participó hace poco de un almuerzo del Papa con funcionarios del Vaticano. "Se trataron innumerables problemas de la Iglesia en muchos países, problemas internos o problemas con los Estados. Se trataron muchos conflictos internacionales, algunos que ni siquiera se conocen. Nunca se mencionó a la Argentina y eso que yo estaba ahí", contó ese obispo. La reciente frase papal de apoyo al acuerdo de seis potencias mundiales con Irán fue el resultado del trabajo de decenas de personas en el Vaticano y de la opinión final del propio jefe del Vaticano. Era una cuestión especialmente delicada: "El Papa apoya los procesos de paz, pero tiene también una relación muy cercana y afectiva con la comunidad judía", explicaron.
De todos modos, la candidatura de Carlés está condenada al fracaso. Todos los senadores opositores, 28 en total, firmaron un acuerdo para rechazar el pliego del abogado propuesto por la Presidenta. En algún momento se temió que la senadora cuyana Liliana Negre de Alonso, una católica militante, se dejara llevar por las confusiones que crea Carlés sobre el apoyo papal. Las precisiones del Vaticano terminan con esas confusiones. El senador radical Ernesto Sanz descartó ayer cualquier deserción del peronismo disidente. "La oposición estará unida el próximo miércoles y rechazaremos a Carlés como miembro de la Corte Suprema", dijo el senador. El próximo miércoles, en efecto, el pleno del Senado tratará el pliego de Carlés.

PERSONAS IMPORTANTES

El propio Sanz podría contar una anécdota que lo describe a Carlés. En noviembre del año pasado, luego de su primera reunión con el Papa, Carlés lo llamó por teléfono a Sanz, a quien no conoce, para decirle que estaba en el Vaticano y que contaba con el apoyo de Francisco para acceder a la Corte. Sanz le contestó que, como senador, debía revisar primero sus aptitudes y su experiencia y que, en todo caso, esperaba un mensaje más formal que el del beneficiado por el mensaje. "Recibirá llamados de personas muy importantes", le contestó Carlés. Nunca nadie habló con Sanz por Carlés. Un llamado casi idéntico, con el mismo alarde del respaldo papal, le hizo al ex jefe de Gabinete Alberto Fernández para que éste intercediera por él ante Sergio Massa. Fernández le respondió a Carlés que no contara con él para esos favores.
Carlés es una réplica diminuta de Cristina Kirchner, a quien también le gusta pavonearse con la supuesta amistad de Francisco, luego de haberlo combatido implacablemente cuando el Papa era el cardenal de Buenos Aires. El Papa la recibirá otra vez el 7 de junio, poco antes del cierre de listas para los candidatos a las elecciones primarias de agosto. Cristina tiene previsto un viaje a Milán, para asistir a una exposición, pero le hizo saber a Francisco que quiere verlo durante su paso por Roma. ¿Cómo decirle que no a la presidenta del país del Papa? Esta vez la recibirá en el Palacio Apostólico, tal como Francisco le anticipó a LA NACION en septiembre pasado. Se terminó la intimidad de Santa Marta, donde la Presidenta podía hacer cualquier cosa. En el Palacio Apostólico manda el rígido protocolo del Vaticano. Sea donde fuere, Cristina quiere la foto con el Papa en las vísperas electorales. El lugar y el formato ya no le importan.
"Al Papa hay que interpretarlo por sus discursos y no por sus gestos", subrayó ayer aquel estrecho colaborador del Papa. Los discursos del Papa no desentonaron nunca con las posiciones de la Iglesia argentina, crítica sobre el nivel de la pobreza en el país, sobre la inseguridad, sobre el narcotráfico, sobre la corrupción y sobre la desmedida confrontación entre los protagonistas de la política. Los gestos, en cambio, pertenecen a un jefe de Estado o a una persona a la que le es difícil, si no imposible, cometer un desaire.

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