El dilema radical abona los sueños de permanencia del kirchnerismo

El kirchnerismo está instalando la certeza de que ganará en primera vuelta en las presidenciales del próximo año. Según el exótico sistema de ballottage argentino, único en el mundo, el oficialismo necesitará para alcanzar ese objetivo sacar más del 40 por ciento de los votos en la primera vuelta con una diferencia de 10 puntos sobre el segundo. También ganaría en primera vuelta si lograra en esa ronda electoral el 45 por ciento de los votos. Por debajo del 40 por ciento, deberá ir a una segunda vuelta con el segundo mejor votado sin importar la diferencia de votos entre uno y otro. No hay hoy ninguna encuesta que respalde la triunfal aseveración del kirchnerismo, pero ya se sabe que éste no necesita de la realidad para instalar una verdad propia.

Por Joaquín Morales Solá | LA NACION

Esas seguridades comenzaron a difundirse antes de la cumbre del radicalismo del lunes último. Daban por descontado, por lo tanto, que sucedería lo que más le conviene al oficialismo: la fragmentación de sus opositores. Los dirigentes radicales decidieron en esa reunión que no irán ni con Mauricio Macri ni con Sergio Massa, sino con sus propios candidatos predominando en UNEN. Ésa es la historia oficial. Los que saben leer los elípticos discursos radicales sacaron la conclusión de que la puerta cerrada fue la que conduce a Massa. "La de Macri quedó entreabierta, aunque sólo entreabierta", dijo un veterano de esos cónclaves radicales.
En rigor, varios discursos apuntaron que una alianza de los radicales con Pro podría significar el triunfo en las elecciones presidenciales y la conquista de siete u ocho provincias para gobernadores del radicalismo. Nadie contradijo esa aseveración. Sólo Gerardo Morales ofertó una alianza con Macri y con Massa juntos, que es lo que Massa viene proponiendo tanto a radicales como al propio Macri. Varios radicales descubrieron que esa fórmula es, al mismo tiempo, promovida por lo que ellos llaman el "establishment económico y financiero". La propuesta de Morales significaría, de concretarse, la disolución de UNEN. Ni Elisa Carrió ni muchos radicales cercanos a Macri tolerarían una alianza con Massa. El propio Macri la desestimó también ante los mensajeros de Massa.
El problema de los radicales es que las preferencias sociales se inclinan por tres candidatos (Daniel Scioli, Macri y Massa) y ninguno de ellos es radical. Eso asegura, con números más o menos iguales, la unanimidad de las encuestas. El tucumano José Cano fue el más duro y directo cuando se dirigió a la mesa donde estaban los presidenciables radicales: "Muchachos, ustedes no miden nada", les asestó. Cano ya hizo su acuerdo provincial con Massa. La intensa discordia radical dejó en evidencia también cierto vacío en la conducción nacional del partido. La próxima expectativa es la reunión de la convención nacional, pero eso sucederá entre febrero y marzo. Demasiado tiempo.
Tal vez aquella puerta entreabierta con Macri la vean los que se resisten a reconocer al radicalismo como una confederación de partidos provinciales. Una confederación que perdió en los hechos su condición de partido nacional. Es la conclusión que quedaría si se llevara a la práctica la receta del lunes: una fórmula presidencial del radicalismo, pero con las provincias liberadas a hacer sus propios acuerdos con otros candidatos presidenciales. Son por lo menos ingenuas las declaraciones que insisten en que esos acuerdos locales no afectarán el compromiso de los radicalismos provinciales con la propuesta nacional de ese partido. ¿Por qué, entonces, Massa apoyaría a Morales en Jujuy o a Cano en Tucumán? ¿Por qué Macri haría en Córdoba una alianza provincial si los radicales cordobeses votaran por un candidato presidencial que no sería él? La reciprocidad de los pactos políticos no está en discusión; es lo que existe desde que la política existe.
La falta de una política nacional de alianzas sería un gesto suicida del radicalismo. Massa ya acordó con los radicales tucumanos, jujeños y misioneros. Tal vez le agregue en las próximas semanas otros acuerdos con provincias del Norte. Macri tiene un acuerdo casi cerrado con los radicales de Córdoba y está trabajando en el mismo sentido en Santa Fe y Mendoza. Carrió se encamina hacia un acuerdo con Pro en la provincia de Buenos Aires. Irá con fórmula propia en la Capital (Martín Lousteau-Fernando Sánchez) para enfrentar a Pro, pero será una competencia acordada. Quieren polarizar entre ellos y no dejarle lugar al peronismo.
No sólo el radicalismo se desgaja; lo mismo le pasa a UNEN. Carrió anunció ayer su retiro de UNEN nacional. "No estoy dispuesta a presenciar el aniquilamiento de una idea exitosa, como fue UNEN", dijo. El presidente del radicalismo, Ernesto Sanz, cree que sigue abierta la posibilidad de un acuerdo amplio que incluya a Pro, pero lo quiere, dice, tras un trámite ordenado. Otros radicales consideran imposible esa alianza: "El radicalismo se partiría", dicen. Lo mismo sucedería si acordaran con Massa, aclaran. ¿Dónde están los radicales antiacuerdistas si casi todas las dirigencias provinciales radicales están acordando con Macri o con Massa? Misterios del radicalismo.

CÁLCULO OFICIALISTA

La división opositora es una buena noticia para el Gobierno. Una fórmula de UNEN que orillara el 10 por ciento de los votos, que es lo que pronostican las encuestas actuales, les quitaría fuerza a los candidatos presidenciales opositores. El triunfo en primera vuelta, que predice el kirchnerismo, se explica de esa manera. Hay algo peor para los opositores: la primera vuelta de las elecciones integraría un futuro Congreso básicamente peronista, con un considerable bloque cristinista. El único proyecto electoral en serio de la Presidenta es ahora la integración de las listas de candidatos a diputados y senadores nacionales. Quiere militantes convencidos, ideologizados y, si es posible, fanatizados. "No queremos réplicas de Díaz Bancalari, que fue capaz de sucesivas lealtades con Menem, Duhalde, Néstor y Cristina. Queremos tropa propia", dicen los intérpretes presidenciales.
La oposición, sobre todo el radicalismo, está haciendo posible cualquier ilusión cristinista de conservación del poder. Nunca se sabrá si los largos éxitos del kirchnerismo fueron obra de sus méritos o de las desorientaciones de sus opositores.

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