Francisco apuntó a su próximo objetivo: el Sinodo que comienza en octubre

El Papa católico apostólico romano pidió hoy “honrar la memoria y las enseñanzas” de sus predecesores Juan Pablo II y Juan XXIII, al proclamarlos santos en una ceremonia histórica que fue seguida por un millón de fieles que desbordaron el Vaticano y varios puntos de Roma. En la homilía de Francisco, él recordó a Juan Pablo II como el "Papa de la familia", y a Juan XXIII como el Papa "de la docilidad del espíritu". El obispo de Roma concluyó deseando que Karol Wojtyla y Angelo Giuseppe Roncalli "intercedan por la Iglesia, para que, durante estos 2 años de camino sinodal, sea dócil al Espíritu Santo en el servicio pastoral a la familia": en octubre en el Vaticano comienza el encuentro mundial del clero sobre “Los retos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”.


CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). El cielo romano encapotado no amendrentó la Fe de los seguidores de la Iglesia Católica Apostólica Romana quienes, durante la ceremonia, recibieron la comunión por parte de más de 1.000 sacerdotes desplegados en la Plaza de San Pedro. 
 
En el inicio de la canonización, Francisco (Jorge Bergoglio) saludó al papa emérito Benedicto XVI (Joseph Aloisius Ratzinge), cuya presencia le brindó a la liturgia el título de"el día de los 4 papas": 2 pontífices vivos convirtieron en santos a 2 papas fallecidos: Juan Pablo II (Karol Wojtyla) y Juan XXIII (Angelo Giuseppe Roncalli). 
 
En el Vaticano también hubo 93 delegaciones oficiales, como la Argentina, encabezada por el canciller Héctor Timerman, además de 24 jefes de Estado.
 
La liturgia duró aproximadamente 2 horas y concluyó con el Regina Caeli, oración tradicional de las Pascuas. 
 
Los organizadores estimaron que 1 millón de fieles y peregrinos siguieron de cerca la canonización: 250.000 en la Plaza San Pedro y el resto en algunas de las 19 pantallas gigantes dispuestas en puntos centrales de Roma como los Foros Imperiales, la plaza del Popolo y la Basílica de Santa María la Mayor. 
 
La ceremonia comenzó con las peticiones del prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal Angelo Amato, para que se inscriba a quienes hasta ese momento eran beatos (Juan Pablo II y Juan XXIII), en el libro de los Santos. 
 
Es un rito muy católico. En el cristianismo primitivo la santificación nunca fue una decisión humana y tanto la profecía de Daniel como de Juan en el Apocalipsisis enseñan que sólo Jesús intercede en el Santuario para conceder o no la inscripción en el libro de la Vida.
 
Pero las costumbres y ritos humanos tienen su propia dinámica.
 
Francisco leyó la oración en la que declaró como santos a sus predecesores “con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo y los santos apóstoles Pedro y Pablo”. 
 
Después se llevó hasta el altar el relicario de Juan XXIII, un pedazo de piel desprendido durante su exhumación, trasladado por familiares; y el Juan Pablo II, una ampolla de sangre llevada, entre otras personas, por Floribeth Mora, una mujer de Costa Rica que fue sanada de un aneurisma cerebral a través de la intervención del difunto Papa. 
 
"(...) Juan XXIII y Juan Pablo II colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisonomía originaria, la fisonomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos. No olvidemos que son precisamente los santos quienes llevan adelante y hacen crecer la Iglesia. En la convocatoria del Concilio (N. de la R.: Vaticano II), Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado. Éste fue su gran servicio a la Iglesia; fue el Papa de la docilidad al Espíritu", homanejeó Francisco.
 
"En este servicio al Pueblo de Dios, Juan Pablo II fue el Papa de la familia. Él mismo, una vez, dijo que así le habría gustado ser recordado, como el Papa de la familia. Me gusta subrayarlo ahora que estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia y con las familias, un camino que él, desde el Cielo, ciertamente acompaña y sostiene. Que estos dos nuevos santos pastores del Pueblo de Dios intercedan por la Iglesia, para que, durante estos dos años de camino sinodal, sea dócil al Espíritu Santo en el servicio pastoral a la familia. Que ambos nos enseñen a no escandalizarnos de las llagas de Cristo, a adentrarnos en el misterio de la misericordia divina que siempre espera, siempre perdona, porque siempre ama", concluyó. 
 
Ahí Jorge Bergoglio apuntó a su gran objetivo: el Sínodo que comenzará en octubre en el Vaticano sobre el tema “Los retos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”.


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