Télam Para la Victoria

El periodismo militante es una contradicción de términos: los periodistas preguntan, los militantes responden; los periodistas dudan, los militantes creen; los periodistas ejercen la inteligencia crítica, los militantes son intelectuales orgánicos.


POR JORGE LANATA
Son términos incompatibles. La agencia oficial de noticias Télam se ha transformado, en la década robada, en el símbolo más brutal de esa contradicción. Le sobran antecedentes: “Los profesionales son como las prostitutas, escriben mentiras en defensa de los intereses de los que les pagan. Los militantes, en cambio, escribimos la verdad al servicio del pueblo.
Soy primero militante, después periodista ”. El autor de la frase, Carlos Martín García, presidió la agencia en 2010. Como escribió en aquel momento Pablo Sirvén en La Nación, “por mucho, muchísimo menos que eso debió renunciar en tiempos de Raúl Alfonsín a la jefatura de Télam el periodista Hugo Gambini: cometió la nimiedad de haber subido al servicio una gacetilla sobre el contenido de su revista Redacción”.
“El periodismo militante como forma exclusiva de periodismo me parece muy peligrosa, incluso para el que cree que se beneficia con el periodismo militante.
He visto la decadencia de la credibilidad del periodismo en Cuba, donde a nadie le interesa leer Granma, que ya ni siquiera se exhibe. Esto pasa porque la gente que compra un diario se imagina que tiene información”, afirmó Rogelio García Lupo en una entrevista de MDZOL. García Lupo, militante, fundó Prensa Latina en La Habana y, junto a Walsh, el diario CGT de los Argentinos, en Buenos Aires.
“Desde el momento en que un periodista se inclina ante las banderas de un gobierno o de un partido pierde su dignidad, pierde su independencia y, por consiguiente, no está haciendo periodismo sino caricatura de periodismo ”, sostuvo Javier Darío Restrepo, a cargo del consultorio ético de la Fundación Nuevo Periodismo, de Gabriel García Márquez.
“Nosotros venimos a militar, nuestro trabajo, nuestro rol es ese”, le dijo una de las chicas que ingresó a la agencia de noticias el último año a un periodista de carrera de la agencia. Le había preguntado si sabía algo de la profesión. En la Télam de Santiago “Patucho” Álvarez trabajan 900 personas, el doble que en los años de Menem. Y para junio todos se integrarán a la planta permanente.
Desde que Patucho, hombre fuerte de La Cámpora, amigo de Eduardo “Wado” De Pedro y Mariano Recalde e hijo del ex ministro de Bienestar Social de La Pampa que fue investigado por presunto enriquecimiento ilícito, tomó la presidencia de Télam, en febrero de 2012, ingresaron a la agencia 60 nuevos empleados. “Son todos Cámpora puro, vinieron a militar, pero acá el problema que tienen es que tienen que escribir y no tienen ni la menor idea de lo que es una noticia ”, sentenció un trabajador de prensa.
Las órdenes en Télam son claras y no se discuten. Hace poco más de una semana, Diego Galiano, profesional de carrera a cargo del portal de Internet de la agencia se enteró de que lo iban a correr. Patucho tenía a su firma el nombramiento del camporista Federico Scigliano, periodista militante, como jefe del portal de Internet de Télam, que recibe 70 mil visitas diarias. A La Cámpora no le gusta cómo se jerarquizan las noticias en el sitio.
Para 2014, Télam tiene un presupuesto de $ 400 millones, sin contar partidas extraordinarias, de los cuales el 80%, en palabras de Patucho, se destina al pago de salarios.
Hoy, un redactor de la agencia estatal que recién comienza cobra unos $ 9 mil, mientras que un prosecretario de redacción está en $ 16 mil y un secretario en $ 20 mil. Los gerentes tienen otro precio. Hoy en Télam cualquier gerente recibe un salario promedio de $ 30 mil y son casi el triple de los que había en tiempos menemistas cuando la agencia era “un festival de despilfarro”. El salario del gerente periodístico, Fabián “Conu” Rodríguez, igual que el del presidente de la agencia, está por fuera de convenio y supera ampliamente los valores del resto de los empleados.
Aunque Télam es la agencia de noticias del Estado y no del partido de Gobierno, son pocos los Presidentes que supieron entenderlo. Como si fuera un Ministerio más, loteó oficinas y pagó favores políticos con cargos. Los viajes con los que se solía “premiar” a redactores, ahora se destinan a la militancia. Por ejemplo, “Conu” Rodríguez estuvo con la Presidenta en Francia, cubriendo la gira oficial con caja de Télam. “Hace un tiempo que los principales viajes los hacen los gerentes; antes iban los redactores, la gente que labura, que sabe”, definió un periodista de la redacción. “El servicio periodístico tiene una bajada de línea total, hay temas que directamente no salen, operan absolutamente contra todo aquello que no sea kirchnerista. Hay algunos que directamente no pueden salir, como Elisa Carrió, Hugo Moyano o Pablo Micheli. Todo lo que se aparte de la línea discursiva de acción de la Presidenta se opera o se tergiversa ”, contó un trabajador de Télam.
Pero el enojo que mastican muchos de esos 900 empleados por estos días en Télam no tiene que ver con los viajes a Europa del Conu o a China de Pablo Taricco, otro camporista al frente del área de Audiovisual, sino con los premios y castigos según pertenencia política. En diciembre del año pasado, después de la campaña electoral, Patucho firmó la efectivización de cinco empleadas administrativas del área de ventas. Un sector sensible: es el que despacha la publicidad oficial, el que le paga a Diego Gvirtz o a Sergio Szpolsky. Esas cinco empleadas entraron a Télam por su militancia en La Cámpora. A Nuria Olmos, Romina Rado, Débora Ortiz de Zárate, Soledad Zunino y Verónica Daleira no las premiaron por años de antigüedad o eficiencia en la agencia sino por su trabajo en la calle.
“En los meses de las elecciones veíamos cómo en pleno horario de trabajo estos pibes iban a repartir las boletas de Daniel Filmus”, cuenta a Clarín una periodista de Télam a la que, como a muchos otros, la irritó sobremanera enterarse, en diciembre del año pasado, que varios de esos “militantes” eran puestos como planta permanente antes que otros que llevaban años esperando.
Algunas de ellas fundaron en agosto del año pasado “Télam Para la Victoria” (TPV) y expresan en su acta fundacional: “Periodistas, técnicos y administrativos que cumplimos actividades laborales en la agencia nacional de noticias, decidimos crear TPV, una organización política, social y cultural”. En ese documento afirman que adhieren al modelo nacional y popular y advierten que “es fundamental impulsar, desde todos los frentes, el obligado y merecido debate para la conquista de la batalla política y cultural, en disputa permanente desde la creación de la Patria. Y los trabajadores de Télam somos parte de ese frente en la batalla”; por eso “impulsamos a los compañeros que no han dejado sus convicciones en la puerta de la agencia, a integrarse” a la nueva agrupación.
Fue por esas cinco efectivizaciones de diciembre –que el gerente general, Esteban Carella, definió como “orden política”–, que Patucho cedió ante los reclamos de la comisión interna y el directorio firmó un plan de efectivización por etapas que se completará en junio. Así, quienes ingresaron por “compromisos políticos” sin conocer “ni lo que es una crónica y mucho menos cómo escribirla”, seguirán formando parte de Télam, inclusive, cuando cambie el color político del Gobierno.
En febrero, todo el área periodística de Télam se mudó a un nuevo edificio en la avenida Belgrano, y hay fallas de todo tipo. “No tiene nada que ver con el funcionamiento de una redacción”, dicen. En el fondo no importa, porque no lo es.
Investigación: JL / María Eugenia Duffard / Amelia Cole

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