Ni Néstor, ni Cristina, ni el viento de cola eran inmortales

En un país que se acostumbró a vivir sin futuro a conquistar y donde la mentira se hizo carne; proyectar el tiempo que falta hasta llegar a la elección del nuevo presidente y de ahí en más es un ejercicio no demasiado complejo pero, si uno pretende no mentirse, resulta un trabajo ingrato. El desaliento no cosecha votos, por eso los aparentes presidenciables no hablan de los pesares ineludibles que trata esta nota.


"(...) Cuesta encontrar algo rescatable en lo hecho por los Kirchner a lo largo de sus períodos de gobierno. El balance es luctoso para el presente y futuro del país. (...)"
por JORGE HÉCTOR SANTOS.
Twitter: @santosjorgeh
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). A esta altura del recorrido del difícil camino que transita la Argentina hacia el cambio de gobierno hacia finales de 2015 cabe la posibilidad de preguntarse si el tiempo que resta hasta ese momento será peor que el tiempo por venir a partir de 2016.
 
La primera respuesta que surge sin comparación alguna es que las dificultades que esperan a los argentinos en 2014 y 2015 son muy grandes.
 
La inseguridad, la inflación, el desempleo, el narcotráfico, la impunidad, y tantos otros calvarios harán de los días por venir de la mano de Cristina Fernández de Kirchner un tormento en escala creciente.
 
Cuesta encontrar algo rescatable en lo hecho por los Kirchner a lo largo de sus períodos de gobierno. El balance es luctoso para el presente y futuro del país.
 
La realidad, testigo implacable de los que se vive, muestra que gran parte de la población vivió envuelta en mentiras que se van cayendo una a una.
 
No queda nada en pie de un relato sobre el que se montó una pretensión de enquistarse para siempre en el poder como si Néstor, Cristina y el viento de cola fueran a ser inmortales.
 
El presente, en todos los aspectos es mejor, que el mañana. Nada que no se resuelve, mejora.
 
El Estado, el bolsillo de 40 millones de habitantes, se muestra vacío; tras años de inmensos ingresos que la nación tardará mucho tiempo en volver a tener.
 
Entre la corrupción, la impericia, el desmanejo y la asignación errónea y perversa de recursos los Kirchner asesinaron la bonanza de tiempos estupendos para poner a la Argentina en carrera del desarrollo, y no del extremo retroceso que se alimenta a diario.
 
El daño económico hecho es inmenso pero es ínfimo en comparación con la ruptura de todas las reglas de convivencia. La sociedad ha sido pulverizada.
 
Los valores esenciales se han perdido y los que ya estaban atados con alambre han sido destruidos.
 
Nadie cree en nadie.
 
Nadie respeta nada.
 
La autoridad se ha triturado.
 
En un país sin justicia, todo lo malo vale.
 
Hasta el narcotráfico se ha metido en las instituciones esenciales del país.
 
Los malos ejemplos cunden y se suceden sin interrupción frente a un pueblo que ya se resignó a ellos.
 
La posibilidad de ser robado y/o muerto ya no alarma. Se comenta, si el caso lo vale, hasta que uno nuevo de similar entidad lo desplace de escena.
 
Tal como años atrás los cartoneros fueron una novedad y hoy no se repara en su proliferación; el argentino se ha venido acostumbrando a sobrellevar su estrepitosa decadencia.
 
Es por eso que tratando de responder a la pregunta planteada al principio de esta nota: si el tiempo que resta hasta el final del mandato de Cristina Fernández viuda de Kirchner será peor que el tiempo por venir a partir de 2016; la respuesta no es tan compleja, pero si dolorosa.
 
En lo que queda de 2014 y 2015, cada jornada será una más de un país en  terapia intensiva.  Con las aparentes mejorías temporarias pero sin solución alguna a ninguna de sus afecciones, las que sin atención se agravan y se extienden en nuevas complicaciones.
 
A partir de 2016, si la sociedad aprendió algo de todo este trágico proceso y lo demuestra en las urnas, es esperable que lentamente se comience a recorrer una mejoría que en ningún caso será corta ni mucho menos carente de fuertes dolores y de intensos padeceres.
 
Sin olvidar que la dirigencia política de la cual debe emerger el nuevo presidente a fines de 2015, está sumergida en el mismo lodo que la comunidad que lo debe elegir. Lo cual no es un detalle menor.

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