Igual que en 2009, fuegos artificiales desde la Rosada para entretener a los opositores

Jorge Capitanich no hizo ninguna maravilla en la gestión de Chaco. Todo lo contrario. Axel Kicillof no logró nada importante ni en Aerolíneas Argentinas ni en YPF ni en la política energética. Pero ambos parecen resultar suficientes para mantener a la oposición entretenida. Error tras error de los no K explican por qué hubo una supuesta Década Ganada.


Es notable la recuperación de una fuerza que perdió una elección hace menos de 1 mes. La única piedra que apareció en el camino del oficialismo surgió de la propia bancada kirchnerista en Diputados, donde una revuelta encabezada por el cristinismo de paladar negro se negó a aceptar los cambios introducidos en el Código Civil y Comercial unificado.
por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). Cristina Fernández resolvió peronizar el estilo y ultrakirchnerizar la gestión. Todo sazonado con una sobredosis bien estudiada de marketing político.
 
Encuestas oficialistas hablando de una suba de imagen positiva, video filmado por la hija de la Presidente de la Nación con un estilo “casero” (para que todo fuera muy “casual”), cambios de Gabinete en etapas, regreso a la Casa Rosada con La Cámpora como cotillón, la Presidente de la Nación como estrella y el discurso como reafirmación del relato; nuevos funcionarios mostrando el cambio de estilo y, el resto, lo hicieron los medios de comunicación que derrochaban maravillas ante cada conferencia de prensa y pregunta que le pudieron hacer al nuevo Gabinete.
 
Cristina Fernández ha resuelto delegar la gestión, no las decisiones. 
 
El “estilo de comunicación” que instrumentó desde que asumió hace 6 años, fracasó. La reforma política que estableció hace 2 años no sirvió para sus alcanzar metas. Ella acumuló demasiados enemigos y se aisló cada vez más. Se equivocó al elegir a su VicePresidente de la Nación, en tener 5 funcionarios tironeando por administrar los problemas económicos y se dejó llevar por el ideologismo y el sueño de ser “la mejor” en todo sentido, incluso, superior a Juan Domingo Perón.
 
El resultado de sus decisiones, de sus palabras, de sus acciones fue la pérdida de 1 millón de votos, hizo tambalear la posibilidad de reformar la Constitución Nacional y casi hundió su posibilidad de alcanzar otro mandato. 
 
Los problemas de salud permitieron asumir los errores cometidos y planificar las respuestas políticas que requiere el cristinismo para llegar hasta 2015 y soñar con perpetuarse en el poder.
 
Cristina Fernández no ignoró el mensaje de las urnas. En realidad, leyó lo que quería leer y actuó en ese sentido. Hay que entender que, para los funcionarios kirchneristas, no hubo derrota, sólo un rechazo al estilo y una protesta por el deterioro de las variables económicas.
 
¿Hubo revuelta del peronismo? No, en realidad, unos pocos que son considerados“traidores” expusieron sus aspiraciones personales, el resto amenaza porque tiene miedo que la Presidente de la Nación haya perdido su liderazgo. Entonces, con el regreso, llegaron las respuestas a las particulares lecturas que se hicieron del voto en Octubre.
 
Jorge Capitanich es un nombramiento puramente político y responde a las necesidades del marketing político. Axel Kicillof es optar por la misma fórmula que llevó a perder las elecciones en Octubre.
 
El gobernador de Chaco es una gigantesca muralla contra los sueños presidencialistas de Daniel Scioli y Sergio Massa.
 
El nuevo ministro de Economía es la garantía que no habrá un giro hacia la ortodoxia.
 
Cristina Fernández, Jorge Capitanich y Axel Kicillof protagonizaron una semana a puro marketing político y comunicacional para borrar la derrota de la memoria del votante, ratificar el liderazgo político de la Presidente de la Nación, despertar del letargo a la militancia, infundir temor entre las huestes peronistas que ya calculaban el momento para saltar hacia el sciolismo o el massismo, desconcertar a la oposición y crear expectativas entre empresarios y financistas. 
 
 
Jorge Capitanich es el primer Jefe de Gabinete con vuelo propio desde Alberto Fernández.
 
Axel Kicillof no sólo homogeniza la conducción económica, también se convierte en el ministro de Economía más fuertes desde Roberto Lavagna. Ambos se conocen hace 20 años. No habrá internas, no habrá roces, no habrá pujas por el poder. Si fallan, es porque toman medidas equivocadas. No podrán culpar a nadie.
 
Mucho se ha dicho en estos días de Jorge Capitanich. Era la opción a Amado Boudou, pero perdió. Con su designación como Jefe de Gabinete, Cristina Fernández, intenta subsanar un gravísimo error cometido hace 2 años. Demasiado ha sufrido, en imagen, votos e internismo, la Presidente de la Nación por un VicePresidente que tiene casi 80% de imagen negativa y 48 causas penales en curso.
 
De Jorge Capitanich lo importante es saber que: para los kirchneristas, ganó las últimas elecciones con 60% de los votos; para empresarios y banqueros es ejecutivo para instrumentar políticas públicas; para los economistas ortodoxos, que es del palo; y para los analistas, que tiene como gran activo ser peronista. 
 
Pero la mejor forma de medir la eficiencia de Jorge Capitanich es por la provincia que acaba de dejar. Lejos está de tener los números saneados, los mejores indicadores sociales o ser la meca de las inversiones empresarias. No han faltado escándalos, denuncias de mal manejo en licitaciones y obras públicas o problemas políticos internos.
 
Chaco no es el modelo que quieren los kirchneristas. Chaco no es dónde canalizan sus emprendimientos empresarios y banqueros. Chaco no es un ejemplo que hayan destacado los economistas ortodoxos, ni tampoco los heterodoxos. Chaco nunca ha enamorado a los analistas.
 
Entonces, ¿por qué Jorge Capitanich puede hacer en la Nación lo que no hizo en su provincia?
 
Sin duda Jorge Capitanich es un trabajador incansable. Luego de una semana intensa: hasta durante el fin de semana mantiene encuentros con funcionarios de los ministerios de Economía, Planificación e Industria. El martes, estará en la Cámara Argentina de la Construcción y, el miércoles, irá al Congreso para mantener contacto con los Jefes de bloques. Eso es recuperar el control de la agenda mediática y apagar todos los fuegos al mismo tiempo.
 
Por ahora, solo hay promesas y especulaciones. Pero los tiempos son muy cortos. Jorge Capitanich y Axel Kicillof deben comenzar a dar a conocer medidas. Prometen 200 objetivos, entonces, debemos esperar que se conozcan otras tantas decisiones económicas, fiscales o cambiarias.
 
Se han bajado expectativas, se ha desalentado la sorpresa, se hizo una apuesta al gradualismo.Previsibilidad es la palabra que Jorge Capitanich y Axel Kicillof le quieren inyectar al ADN del kirchnerismo, quizás, como camino para atraer inversiones, bajar la inflación e incrementar la creación de fuentes de trabajo. Ortodoxia pura. Peronismo.
 
El “diálogo social” ya sirvió para descomprimir después de la derrota de 2009 y mantener entretenida a la oposición. Hoy, se usa para distraer a los operadores económicos, cambiarios y financieros. Todo hasta que llegue el momento de anunciar medidas, algo que parece demasiado lejano y, a la vez, se requiere con inmediatez, casi con desesperación.
 
El primer anuncio fue un proyecto para elevar la alícuota de la importación de autos de lujo. Una señal, pero de poco servirá para bajar el déficit de la balanza cambiaria automotriz que hoy llega a US$ 9.000 millones. Se penaliza los autos de alta gama, cuando el mayor drenaje de divisas se produce por la importación de partes para vehículos pequeños y medianos, que son los que más se venden. Si las otras 199 medidas que se esperan son del mismo tenor, sin duda estamos en problema.
 
Se habla de competitividad, cadena de valor, de “reducir expectativas de aumentos” (nueva frase para no decir “inflación”). Pero el llamado 
“modelo” hoy requiere modificaciones estructurales. Pero en su regreso a la Casa Rosada, Cristina Fernández, fue contundente: “vamos a profundizar el modelo”. Por eso, la salida de Guillermo Moreno es parte del marketing político, del cambio de estilo y del giro en las medidas que se tomarán. Pero no debe tomarse como una “adiós al modelo”.
 
Tampoco es el fin del modelo la pérdida de poder del secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini. Sufrió el castigo del hijo de Ícaro. Pero sus ideas, sus candidatos, sus propuestas se mantienen como “Plan B” para una Presidente de la Nación que espera mucho de la nueva dupla en el poder. 
 
Más Estado es lo que ha reclamado el kirchnerismo para solucionar los problemas. Más Estado es lo que exige el peronismo para solucionar los problemas. Más Estado es los que exige la opinión pública para solucionar los problemas. Por eso, más Estado es lo que tendremos. Quizás, más Estado que en los ´60. Quizás, más Estado que en los ´70. Quizás, más Estado que en los ´80. Esperemos que ideas que se pensaron hace 70, 60 o 50 años sirvan para solucionar problemas de la segunda década del Siglo XXI.
 
El problema que tiene la dupla Jorge Capitanich y Axel Kicillof es de tiempo. La caída de reservas ha tomado niveles alarmantes. Decir que, a este ritmo, Cristina Fernández dejará a su heredero sólo US$10.000 millones en el Banco Central, eriza la piel de toda la clase política.
 
El peligro también es político. Cristina Fernández también espera resultados y puede preocuparse por la hiperactividad de la nueva dupla en el poder. 
 
Sergio Urribarri aguarda su oportunidad y aprovechará cada error del chaqueño para ganar espacio en el kirchnerismo. Daniel Scioli aplicará la estrategia que siempre le ha funcionado: esperará. Sergio Massa deberá acelerar sus planes, algo difícil, cuando el clima de traición se ha disipado.
 
La inercia se ha roto. Nunca hubo derrota electoral para el oficialismo. 
 
Es notable la recuperación de una fuerza que perdió una elección hace menos de 1 mes. 
 
La única piedra que apareció en el camino del oficialismo surgió de la propia bancada kirchnerista en Diputados, donde una revuelta encabezada por el cristinismo de paladar negro se negó a aceptar los cambios introducidos en el Código Civil y Comercial unificado. 
 
Es la primera vez desde 2003 que se produce una revuelta de este tipo en las filas del Gobierno. Es la primera vez que aparece un límite a la voluntad y decisión de la Presidente de la Nación. Es una señal de que los problemas, ahora, no sólo pueden surgir extramuros.
 
Hoy, el Gobierno parece más cercano en permanecer en el poder que hace dos semanas. Hoy, la oposición parece muy lejana de reemplazar al kirchnerismo en el Gobierno. 
 
La militancia oficialista está renovada y confiada. El peronismo, expectante. 
 
Los que mucho hicieron para que ganara la oposición en Octubre, vuelven a ser desilusionados por aquellos a quienes votaron.
 
Todavía faltan 2 años. Hay demasiados problemas para solucionar y, hasta ahora, tenemos sólo una sobredosis de marketing político y demasiadas palabras. Esperemos las 199 medidas que faltan anunciar. Ellas definirán lo que vendrá.

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