La educación presidencial de Sergio Massa

Sergio Massa, quien se convirtió en presidenciable de la noche a la mañana, sigue deshojando la margarita. ¿Debe asistir o no al debate de candidatos a diputados de la provincia de Buenos Aires con Martín Insaurralde, Margarita Stolbizer, Francisco de Narváez, Néstor Pitrola y Gerónimo Momo Venegas? El dilema no es menor. Y trasciende el propio acto de discutir ideas. El intendente de Tigre lleva una ventaja de más de 15 puntos sobre su colega de Lomas de Zamora. Con las últimas encuestas en la mano, la mayor parte de sus asesores le aconseja no innovar y no arriesgar. "¿Para qué te vas a exponer gratuitamente a que, por ejemplo, el Momo o Pitrola, que no tienen nada que perder, te ataquen mal o te griten cualquier cosa, con el sólo objetivo de conseguir un voto más?", lo acobardaron dos de sus colaboradores más cercanos la última vez que les preguntó.



Por Luis Majul | LA NACION


Si fuera por ellos, ni siquiera aceptarían debatir bajo el modelo de Cippec: nadie se cruza, nadie interrumpe, todo el mundo hace su introducción y presenta una conclusión final. Ese modelo es el que propusieron los representantes de Massa ante sus colegas y Marcelo Bonelli, uno de los conductores del programa A d os voces, como condición para "empezar a analizar" la posibilidad de participar del debate. Los delegados de Insaurralde y de Venegas rechazaron ese formato de discusión. Además, el propio intendente de Lomas me explicó, el martes pasado, por radio, que le parecía un sinsentido que el encuentro se hiciera sólo en Todo Noticias, señal a la que consideró amiga del candidato del Frente Renovador. El único que, pragmático y necesitado, aceptó las condiciones de Massa, fue De Narváez.
Pero vamos por partes. Es verdad que el líder del Frente Renovador tiene la elección casi ganada. Los análisis de los encuestadores pagados por el Gobierno y de los periodistas/militantes no pueden ser considerados serios. Ellos dicen, por ejemplo, que "Martín" le puede terminar ganando a Massa porque, desde que presentó su candidatura, la intención de voto no para de subir. Sostienen que la designación de Alejandro Granados en el ministerio de Seguridad de la provincia va a acortar definitivamente la enorme brecha. Explican que los cambios en el impuesto a las ganancias detuvieron la sangría de votos que se produjo después del resultado de agosto. ¿Pensarán también, de verdad, que la confirmación del supuesto romance de Insaurralde con Jessica Cirio conmoverá a los votantes del conurbano profundo que todavía no le conocían la cara al candidato? En todo caso, para que Insaurralde logre la hazaña de dar vuelta la historia, muchos de los votos de Stolbizer, De Narváez, Pitrola y Venegas tendrían que migrar hacia el Frente para la Victoria. O Massa debería cometer varios errores graves para perder una parte del caudal electoral que cosechó en agosto y aumentó considerablemente hasta el día de hoy.
Pero la duda genuina de Massa es otra. El problema no es que Stolbizer diga "Massa se fue al mazo". O que Insaurralde y De Narváez planteen que se niega a debatir porque tiene miedo. O que las redes sociales lo traten de tibio, especulador o conservador. No se trata sólo de eso. Se trata de su "educación presidencial". De la construcción de una imagen que implique cambio verdadero. Dos dirigentes políticos muy cercanos le dicen al oído: "Si de verdad te presentás como lo nuevo, ahora tenés que demostrarlo". Y una de las mejores maneras de demostrarlo, para ellos, es hacer lo contrario de lo que hicieron Menem, De la Rúa, Cristina y Néstor Kirchner, porque sabían o suponían que tenían la elección ganada. Ellos dejaron la silla vacía y ni siquiera perdieron tiempo en discutir las condiciones de la presentación. Una jugada típica de la vieja política.
Por eso, la mejor manera de demostrar que Massa no es más de lo mismo, sostienen sus amigos políticos, es aceptar el debate, sin ingenuidad pero con generosidad, para darle a la mayoría de los argentinos una señal distintiva. Y Massa lo está pensando seriamente. Sabe que el "círculo rojo" del que habló Mauricio Macri lo está mirando con detenimiento. Que no fue suficiente con haber convencido a la Presidenta, cuando era jefe de gabinete, para que diera una conferencia de prensa. Que no llegará a presidente sólo porque después de ganar las elecciones en la provincia de Buenos Aires inicie una gira internacional para encontrarse con los líderes más importantes del mundo. Sabe también que detrás de una emboscada como la que le hicieron en La Matanza pueden aparecer otras, más sutiles, pero capaces de interrumpir su camino a la sucesión de Cristina Fernández. Además, está el amor propio. El intendente de Tigre no soporta que alguien piense que le falta algo de "lo que hay que tener" para ser jefe del Estado. "Fui candidato contra Cristina y el aparato del Gobierno cuando muchos, incluidos algunos amigos que ahora están dentro del Frente Renovador, pensaban que recularía. Volví a La Matanza después de los ataques para que nadie piense que unos cuantos locos, o tres o cuatro chicanas de [Luis] D'Elía, son suficientes para que nos quedemos en casa paralizados. Anuncié un proyecto de reforma financiera para que los periodistas no se comieran el cuento de que soy el candidato de los bancos. Le pedí a [Ignacio] De Mendiguren que se presentara a la Justicia en cuanto [Elisa] Carrió largó la bomba de humo de un posible golpe de Estado. ¿Por qué le voy a tener miedo a un cruce de ideas si conozco la provincia de Buenos Aires de punta a punta y tenemos propuestas tan sensatas que hasta el Gobierno parece querer aplicar?", le dijo Massa a un periodista que le preguntó, esta semana, qué pensaba hacer si los demás candidatos volvían a la carga con el asunto del debate.
Massa sabe que hasta el 27 de octubre su estrella política estará bien alta. La denominada "liga de gobernadores" integrada por Daniel Scioli, Jorge Capitanich y Sergio Uribarri, entre otros, le quieren bajar el precio diciendo que es "demasiado joven" para ir por el premio mayor y que se trata sólo "del intendente de un country". El intendente de Tigre sabe que el camino a la presidencia se construye de pequeños detalles. Gestos de audacia y señales de que no come vidrio.
"Massa irá al debate si le aseguran que nadie llevará un cuchillo bajo el poncho o una honda con un bulón en la mano, como el que le tiraron en el pecho en La Matanza", me dijo uno de los que decide en cuestiones de medios. Ni cobarde ni demasiado inocente, concluyó.
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