Los monaguillos de Cristina y la nostalgia nac & pop

Novedad del Frente para la Victoria: el marketing del Papa, al que cuando era cardenal aborrecían. Los nac & pop dan lástima y tendrán que buscarse rápido otro discursito porque esa idea de que ellos son católicos apostólicos romanos desde siempre... apesta...


"El ejemplo más gráfico y contundente es el del papa Francisco al cual ellos acusaron de cómplice o entregador durante la dictadura, hasta que Cristina -que hasta entonces también pensaba lo mismo- santificó al Papa al decir que Francisco -que ya no era Bergoglio- está haciendo lo mismo que haría Néstor si viviera. O sea, lo puso a la altura de Él. Y por si no fuera suficiente, ahora hasta usa al Papa de publicidad electoral. Ahora bien, una cosa es tragarse el sapo del Papa, pero otra mucho más dura es tragarse a Milani, que reúne en su persona tres características por cuyo repudio los progres “nac y pop” se sintieron siempre en superioridad ética: Milani no sólo está sospechado de violar derechos humanos sino también de enriquecimiento indemostrable y, además, de querer hacer participar a los Fuerzas Armadas en la política interna del país."

por CARLOS SALVADOR LA ROSA
 
CIUDAD DE MENDOZA (Los Andes). Cuando se derrumbó el imperio soviético, el sociólogo argentino Atilio Borón -admirador de la revolución cubana- dijo que la caída de la URSS no implicaba la muerte del comunismo, porque Rusia no había sido nunca comunista sino una desviación; y que el comunismo de verdad aún no se había aplicado en ninguna parte del mundo. 
 
Cuando el menemismo inició su naufragio, los liberales -que en inmensa mayoría apoyaron al presidente riojano- dijeron que Menem no había aplicado en serio el liberalismo sino un engendro que se le parecía de palabra pero no de hecho.
 
Es harto probable que con el progresismo “nac y pop” que apoya al kirchnerismo, pase algo parecido cuando este gobierno entre en su ocaso, a ver qué pueden salvar del naufragio después de haberse pegado al poder. Igual que comunistas y liberales. 
 
En su oportunidad, nadie creyó a los comunistas que querían separar el ideal de su concreción. Ni a los liberales que quisieron hacer lo mismo. Tampoco nadie creerá a los progres cuando digan que el kirchnerismo terminó desviándose. Es que toda práctica siempre se desvía de la teoría original pero no necesariamente porque una traicione a la otra sino porque las cosas nunca salen igual a como se las piensa. 
 
Quienes dicen que unos usurpadores se apropiaron de sus banderas para traicionarlas, más que salvar sus banderas lo que quieren es salvarse ellos de la debacle. Quedar como que no entregaron las banderas que entregaron, por buenas o malas razones, lo mismo da.
 
Los progres contra el poder. El problema con el progresismo “nac y pop” que defiende contra viento y marea al actual gobierno, es que en su historia en democracia,  más que apostar al poder ellos apostaron -hasta que llegó el kirchnerismo- a ser los críticos de todo poder, como que fueran mejores que el resto. Sin embargo, cuando llegaron al poder fueron iguales o peores que los que criticaban. Peores porque se creyeron mejores.
 
Los progres “nac y pop” en los ‘80 apoyaron, con reservas, al radicalismo y un poco más a la renovación peronista. Pero no fueron parte de ella porque sostenían que los renovadores, aun con buenas ideas, tenían más tendencia a ser gerentes que políticos, administradores prolijos de lo estatuido en vez de sus transformadores. Y bastante razón tuvieron, porque la mayoría de los renovadores se entregaron al menemismo cuando éste se impuso. 
 
En los ‘90, los progres “nac y pop” además de ser muy duros con Menem, se fueron del peronismo y se la jugaron en los dos intentos de batir al menemismo: con José Bordón en 1995 y con los radicales en 1999, lo que resultó triunfante. Pero apenas se detectó un caso de corrupción cuyas aristas salpicaban hasta al presidente Fernando De la Rúa, su vicepresidente progre, Chacho Álvarez, renunció.
 
Con todos esos antecedentes, es bastante difícil entender por qué con el kirchnerismo -que cometió todos los pecados que cometieron sus antecesores, a veces extremándolos- esos críticos que siempre miraron desde arriba y con la nariz tapada a los que ejercían el poder, ahora se transformaron en soldaditos mansos y de pura obediencia debida, tragadores de sapos de marca mayor. Para entender cómo pasó esto, es preciso contar una historia. 
 
Los progres en el poder. Como ya explicamos en alguna anterior columna, José Pablo Feinmann (pensador progre “nac y pop” desde los años '70 hasta el presente) escribió el guión del film “Eva Perón” en 1996, cuando aún ni sabía quién era Kirchner. 
 
En esa película, Feinmann puso lo que él pensaba en boca del peronista de izquierda John William Cooke inventando un diálogo donde éste le decía a Evita que estaba bien cerrar o censurar diarios críticos al gobierno si se hacía en nombre de la revolución, pero que si no se hacía en serio la revolución, la censura a los medios devenía una actitud propia de las dictaduras.
 
Ni lerdo ni perezoso, Néstor Kirchner -que hasta llegar al gobierno jamás había sido progre- descubrió en pensamientos como los de Feinmann el talón de Aquiles de estos progres, con lo cual podría ponerlos a su servicio no necesariamente comprándolos como hizo con otros, sino tocando su vanidad, diciendo lo que ellos siempre dijeron.
 
Al principio no le fue tan fácil. En una memorable columna periodística, el mismo Feinmann dijo que le gustaban muchas medidas de Kirchner pero no toleraba que junto al Presidente convivieran tantos impresentables y sospechosos de corrupción. Al “flaco” le decía -amigablemente- que no se puede hacer una revolución con esas compañías. 
 
La primera respuesta de Néstor fue tan inteligente como tramposa, pero los progres la aceptaron, aunque con dudas. Les dijo más o menos así: “Muchachos. el menemismo quería el poder para tener plata,  mientras que nosotros queremos tener plata para tener poder. Por eso, aunque a veces parezca que hacemos lo mismo que Menem, no se equivoquen, porque estamos haciendo lo contrario. Nosotros, a diferencia de ellos, no queremos la plata por la plata misma sino para poder concretar la revolución”.
 
Con el pasar del tiempo ese argumento fue resultando insuficiente porque los corruptos K seguían copiando los métodos menemistas y ampliándolos, pero la revolución no llegaba. Hasta que con otra idea genial, Néstor dio a los progres la revolución que ellos querían, la cual resultó ser más modesta de la que todos suponíamos. Y, nobleza obliga, Kirchner fue el primero en darse cuenta de eso, de que podría obtener mucho con muy poco.
 
Así, apenas Cristina Fernández asumió la presidencia, Néstor declaró la guerra a varios enemigos imaginarios, de esos que les encantan a los intelectuales metidos en política, porque al ser imaginarios pueden depositar en tales enemigos todas sus teorías y prejuicios, que ahora verifican en la realidad. Néstor sabía muy bien contra qué enemigos les gustaba pelear a los progres. Así, el primero que les regaló fue el campo, etiquetándolo como la “oligarquía”. Luego les hizo un regalo aún mejor: el periodismo, diciéndoles que el nuevo golpismo no era militar sino mediático. 
 
Entonces, aunque los Jaime o los Lázaro Báez seguían haciendo o manejando incalculables fortunas y Boudou daba sus primeros pasitos por el mismo camino, Néstor avanzó en la colonización total de los progres “nac y pop” diciéndoles: “Muchachos, como decía Perón: ‘Cuando construimos una pared no nos fijamos de qué están hechos los ladrillos, sino que sólo vemos si la pared nos cubre y el techo nos abriga. No pensamos que en los ladrillos se utilizan materiales como el barro y el estiércol’”. 
 
Néstor explicaba a los que se creían moralmente superiores que no se trata de defender corruptos sino que, a veces, hay que elegir entre corrupción y destitución. Por lo que agregaba: “Los que nos acusan de ser o de cobijar corruptos no lo hacen para que mejoremos sino para que caigamos. Por eso, recién cuando acabemos con los destituyentes, nos ocuparemos de nuestros corruptos. Pero, por ahora, en plena guerra, necesitamos también a los embarrados que juegan en este bando”.
 
Así, los progres incorruptos callaron ante todo caso de corrupción porque Kirchner les vendió el buzón de que estaban en guerra. Cristina siguió y hasta profundizó el camino de su esposo, mitad porque pensaba igual que él y mitad porque ella siempre se sintió una progre, aunque rica y famosa.
 
Los progres en la encrucijada. Sin embargo, el colmo llegó cuando, con César Milani, ya no sólo pidieron a los progres “nac y pop” que acepten convivir con los embarrados con dinero, sino también a los sospechosos de estar embarrados con sangre. Justo a ellos, que bastaba una mínima sospecha para que acusaran a cualquier crítico del gobierno de haber participado o colaborado con la represión militar.
 
El ejemplo más gráfico y contundente es el del papa Francisco al cual ellos acusaron de cómplice o entregador durante la dictadura, hasta que Cristina -que hasta entonces también pensaba lo mismo- santificó al Papa al decir que Francisco -que ya no era Bergoglio- está haciendo lo mismo que haría Néstor si viviera. O sea, lo puso a la altura de Él. Y por si no fuera suficiente, ahora hasta usa al Papa de publicidad electoral. 
 
Ahora bien, una cosa es tragarse el sapo del Papa, pero otra mucho más dura es tragarse a Milani, que reúne en su persona tres características por cuyo repudio los progres “nac y pop” se sintieron siempre en superioridad ética: Milani no sólo está sospechado de violar derechos humanos sino también de enriquecimiento indemostrable y, además, de querer hacer participar a los Fuerzas Armadas en la política interna del país. 
 
Siendo esto último lo que los progres critican a EEUU cuando el imperio quiere que en América Latina los gobiernos usen a las Fuerzas Armadas para asuntos internos a través de la represión o el espionaje. Algo que en EEUU está prohibido, pero que igual proponen para su “patio trasero”. No obstante cuando los chavistas convocan a los militares para combatir la inseguridad interior (y también a los opositores) o cuando Cristina convoca a Milani por ser un militar especializado en espionaje interior, se quedan callados. Claro, una cosa es reprimir o espiar para el imperio y otra hacerlo para la revolución. 
 
No obstante, los progres “nac y pop” no son tontos y más de uno debe estar pensando en cómo salir de ésta. Muchos más, con nostalgia, deben acordarse de aquellos viejos tiempos en que ser progre era tan lindo y respetado, aunque no se tuviera el poder. Ese poder que ¿tienen ahora?

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