Desde una favela, el papa Francisco llamó a defender "la familia"

Francisco, el "papa de los pobres", tiene este jueves en Rio de Janeiro un día de contrastes: visitó la empobrecida favela de Varginha y acogerá por la tarde a cientos de miles de jóvenes peregrinos en la playa de Copacabana, carta postal de la ciudad.




Varginha, una favela gris, plana y sin glamour del Complejo de Manguinhos (zona norte), fue por décadas muy violenta hasta que fue reconquistada por la policía de manos de narcotraficantes hace menos de un año.
Desde una cancha de fútbol ubicada en el centro de la favela, Francisco se dirigió a sus habitantes con palabras que remitieron a los preceptos de la Doctrina Social de la Iglesia: "Es bello estar aquí con ustedes. Ya desde el principio, al programar la visita a Brasil, mi deseo era poder visitar todos los barrios de esta nación. Habría querido llamar a cada puerta, decir 'buenos días', pedir un vaso de agua fresca, tomar un 'cafezinho', hablar como amigo de casa, escuchar el corazón de cada uno, de los padres, los hijos, los abuelos...".

Y agregó: "Me gustaría hacer un llamamiento a quienes tienen más recursos, a los poderes públicos y a todos los hombres de buena voluntad comprometidos en la justicia social: que no se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario. Nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo. Que cada uno, según sus posibilidades y responsabilidades, ofrezca su contribución para poner fin a tantas injusticias sociales. No es la cultura del egoísmo, del individualismo, que muchas veces regula nuestra sociedad, la que construye y lleva a un mundo más habitable, sino la cultura de la solidaridad; no ver en el otro un competidor o un número, sino un hermano".

Sobre la situación actual de la favela, que fue pacificada hace un año, dijo: "Deseo alentar los esfuerzos que la sociedad brasileña está haciendo para integrar todas las partes de su cuerpo, incluidas las que más sufren o están necesitadas, a través de la lucha contra el hambre y la miseria. Ningún esfuerzo de «pacificación» será duradero, ni habrá armonía y felicidad para una sociedad que ignora, que margina y abandona en la periferia una parte de sí misma. Una sociedad así, simplemente se empobrece a sí misma; más aún, pierde algo que es esencial para ella".

"Quisiera decir una última cosa. Aquí, como en todo Brasil, hay muchos jóvenes. Queridos jóvenes, ustedes tienen una especial sensibilidad ante la injusticia, pero a menudo se sienten defraudados por los casos de corrupción, por las personas que, en lugar de buscar el bien común, persiguen su propio interés. A ustedes y a todos les repito: nunca se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague. La realidad puede cambiar, el hombre puede cambiar. Sean los primeros en tratar de hacer el bien, de no habituarse al mal, sino a vencerlo", concluyó el Papa.
Previo a esto, en Varginha el Papa se dirigió a rezar a la pequeña iglesia dedicada a San Girolamo Emiliani, patrón de los huérfanos y de la juventud abandonada. Allí también bendijo el nuevo altar, y regaló un cáliz a la parroquia.

La favela de Varginha es un conjunto de casas muy pobres, construidas a menudo con materiales descartados que los pobres recogen en los basureros de la ciudad. Surgió hace 73 años, cuando se instalaron en esa zona inmigrantes y gente sin casa proveniente, sobre todo, de Minas Gerais. Tiene a sus espaldas una larga historia de violencia y luchas, también armadas, entre grupos relacionados con la droga y las fuerzas del orden. En el 2012, después de numerosas operaciones policiales y de promoción social, se consideró “pacificada”.

El denominado "papa del pueblo", que como el arzobispo Jorge Bergoglio denunció la"exclusión" de "grandes masas de la población" debido al neoliberalismo y a la globalización, visitó el miércoles un centro de rehabilitación de drogadictos en un hospital franciscano al pie de favelas, y el viernes se reunirá con un grupo de presos.

En general, las favelas que atraen a los visitantes internacionales, como deportistas profesionales, políticos, actores o estrellas del espectáculo, son aquellas ubicadas sobre los morros que dominan los barrios ricos, con una hermosa vista al mar. El papa Juan Pablo II visitó en 1980 la favela de Vidigal, situada al borde del Atlántico sur.

Varginha, de mil habitantes, es pequeña, sin glamour, bien plana y dominada por una vía de tren gris. "Tal vez se sintió muy identificado con esta favela. Una pequeña comunidad pobre", dijo a AFP poco antes de la visita el padre Marcio Queiroz, cura de Varginha, donde los vecinos catalogan la visita del papa de "bendición".

Más temprano, el primer papa latinoamericano recibió las llaves de Rio de Janeiro de manos del alcalde Eduardo Paes, que pidió disculpas por las fallas de seguridad y logística que han empañado la visita papal.

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