El blanqueo de dólares: otro manotazo de ahogado

El anuncio del sorpresivo proyecto del gobierno nacional para propiciar un amplio blanqueotendiente a captar moneda extranjera no declarada en poder de argentinos, tanto dentro como fuera del país, se produjo curiosamante en momentos en que crece la conmoción por el escándalo a partir de denuncias de lavado de dinero vinculadas con negocios del poder político. Parece una broma de mal gusto. Pero da cuenta de la desesperación de las autoridades nacionales por hacerse de fondos para paliar la insuficiencia de recursos del Estado nacional necesarios para atender inversiones en el sector energético y sostener la actividad inmobiliaria y de la construcción, gravemente afectadas desde la implantación del cepo cambiario.



Que el Gobierno apueste a los evasores para financiar su déficit es otro indicador de que el relato oficial hace agua por todos lados. En los últimos días, al tiempo que la cotización del dólar paralelo perforaba permanentemente sus techos y la brecha cambiaria avanzaba hacia el ciento por ciento, altos funcionarios, como el vicepresidente Amado Boudou y el ministro de Economía, Hernán Lorenzino , se jactaban de que "el dólar no le importa a nadie" o bien minimizaban el impacto del mercado marginal de divisas. Un año atrás, la propia presidenta de la Nación llamaba a "desdolarizar" el pensamiento de los argentinos e instaba a todos a vender sus dólares y colocarlos a plazo fijo en pesos. El hecho de que su gobierno aparezca ahora tan inquieto por captar dólares de donde sea y como sea revela las falacias de aquel discurso oficial.
Ningún blanqueo de capitales es en sí justo, en tanto tiende a favorecer al que evadió y a castigar a quien está al día con el fisco. La iniciativa que acaba de anunciar el gobierno kirchnerista, conocida a tan sólo cuatro años de la sanción de otra ley que permitió la repatriación de fondos no declarados en el exterior o en el país, terminará beneficiando a los evasores y no a quien siempre cumplió con sus obligaciones fiscales y que hoy, como muchos asalariados, ven fuertemente reducido su ingreso por los abusivos impuestos al trabajo.
Como en otras oportunidades de nuestra historia, no sería extraño que, también en esta ocasión, empresarios cercanos al grupo gobernante se encuentren entre los grandes animadores del blanqueo. No está de más recordar que el proceso de exteriorización de capitales lanzado en 2009 tuvo como protatonistas a varios de ellos: entre otros, al socio comercial del vicepresidente Boudou, José María Núñez Carmona. Habrá que esperar que la propuesta del Poder Ejecutivo, que ingresó ayer en el Senado, no termine siendo una mera ley de autoamnistía para que algunos amigos del poder no queden a expensas de la Justicia.
No hay dudas de que la medida impulsada por el Gobierno se asemeja a un manotazo de ahogado. Las reservas del Banco Central han perforado el piso de 40.000 millones de dólares por primera vez en seis años, al tiempo que cayeron unos 12.000 millones desde enero de 2011 y un tercio de esa pérdida se produjo sólo en los últimos cuatro meses. El superávit comercial en el primer trimestre de este año cayó a la mitad respecto de igual período de 2012. El déficit financiero del Estado nacional fue el año último cercano al doble del registrado en 2011 y la inflación real sigue rondando niveles cercanos al 25% anual. Por si esto fuera poco, la estampida del dólar marginal, cuya cotización ya duplica a la del tipo de cambio oficial, está impactando gravemente sobre la economía, paralizando al mercado inmobiliario y desalentando las inversiones productivas y el empleo.
Muy difícilmente este contexto será superado por la convocatoria del Gobierno a un blanqueo. El intento de Cristina Kirchner de mostrar anteayer un equipo económico homogéneo choca con la desgastada imagen de los cinco funcionarios carentes de toda credibilidad que brindaron precisiones sobre el proyecto. Apenas cabe destacar como dato positivo que esta vez ofrecieran una conferencia de prensa en la que se permitieron preguntas.
No parece muy lógico que aquellos argentinos que atesoren dólares sin declararlos por su desconfianza en el actual gobierno les vayan a confiar esos dólares a los mismos funcionarios que les han prohibido acceder normalmente a la compra de moneda extranjera en el mercado oficial. Son los funcionarios de un gobierno que ha decidido que los capitales que ingresen al país no tengan garantías de que podrán salir.
Es menester insistir en que la fuga de capitales y la huida del peso argentino residen en un insoportable proceso inflacionario y en una creciente inseguridad jurídica, que conforman dos de los mayores problemas de la economía argentina y se suman a la falta de un piloto que despierte un mínimo de credibilidad. Ninguna de esas cuestiones hallará solución con un blanqueo que sólo agravará la desconfianza.

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