Nuestro Papa, firme junto a "Crónica"

Francisco eligió a nuestra enviada especial entre más de cinco mil periodistas, y le bendijo una medalla de la Virgen Desatanudos que él mismo le había regalado. Pura emoción en un momento único e irrepetible. Este domingo, suplemento especial sobre "El Papa del pueblo".



Por Alicia Barrios
Enviada especial al Vaticano
Algo me hacía sospechar que iba a poder estar con el papa Francisco. El día anterior a la audiencia con los periodistas, una funcionaria de la Santa Sede me sugirió que era conveniente que fuera vestida respetando, a rajatabla, el protocolo para mujeres en el Vaticano, que es de negro, con un detalle, casi imperceptible, blanco. De inmediato hice una encuesta entre las colegas, que me contestaban que no tenían idea y que ellas no estaban enteradas de nada. A última hora de la noche, recibí una invitación formal para asistir al besamano. Me une al padre Jorge una amistad, lo acompaño, siempre desde “Crónica”, cuando peregrina por todos los lugares en los que ejerce su función de cura. Sé del afecto que me tiene, pero ahora es Papa. No podía creer que me tuviera tan presente.
Cuando llegué al Aula Paulo VI de la Santa Sede y vi que había tanta gente, pense para mí, deben haberse equivocado. De pronto, todo empezó a suceder con la velocidad de la luz, después de los controles de rutina, me presenté ante Vik van Branstegen, holandés, con estatura de vikingo, que es el responsable de seguridad de la Santa Sede. El era el encargado de entregarme en mano el pase para la primera fila del besamano. A esta altura, no sólo me temblaban las piernas, sino también el pelo. En ese espacio reverencial, estábamos todos esperando que Francisco apareciera para saludar.
Por primera vez, estuve cerca de él, vestido de Papa. Todo de blanco. Sonriente y saludando a miles de fieles, que gritaban ¡Viva el Papa! Me parecía que estaba soñando. Este es mi amigo “Carucha”, el profesor de la Inmaculada, que cuando los alumnos, que lo adoraban, no presentaban los prácticos, les hacía rendir el programa completo. Después les ponía 9, no 10, para que no se olvidaran que tenían que cumplir. El mismo, que también era titular de Física y Química, con un ayudante de un sentido del humor sin precedentes, les decía a los jóvenes: “Prepárese para el próximo examen y no se olvide, porque ahí usted va a estar más cagado que tero en una caja”.
“Carucha” está ahí, en la cima del mundo. Es Papa y no se olvidó de mí. El mismo que hace un año, en la víspera del Viernes Santo, le lavó los pies a los adictos en recuperación, en el Centro de la Villa, en Barracas. El mismo con quien vinimos juntos, después de que, en las peticiones, frente al Nuevo Gasómetro de Boedo, dijo: “Bueno, ya que estamos pidamos por San Lorenzo, que no la está pasando nada bien”. El santito lo oyó porque el equipo se salvo del descenso. Este fue, es, será y nunca va a dejar de ser Jorge Mario Bergoglio. Pienso en todos estos momentos, cuando me voy acercando a él. Me voy concentrando, algo a lo que siento cada vez que voy a comulgar. Subo las escaleras de mármol, él abre los brazos. Sonriendo me dice: “Eramos pocos y faltabas vos”.Después tiene conceptos muy elogiosos sobre mí como profesional, ante el vocero Lombardi y el arzobispo Cheli, que no repito por pudor. Le muestro la medalla de la Virgen que Desata los Nudos, que él me regaló y le digo: “Te quería venir a saludar”. Vuelve a bendecirla. Nos emocionamos apenas, me toma de las manos. Me pide que no deje el programa de tele que conduzco por Canal 21 y que le ponga siempre toda la fuerza a “Crónica”. No beso el anillo, tampoco me arrodillo, porque sé que no le gusta, pero permanecemos por unos segundos teniéndonos fuerte. Cuánta energía. Reza por mí, me llama como siempre y nos despedimos hasta pronto, muy pronto. Vuelvo a mi lugar, plena de recogimiento, en estado de gracia.

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