En el Gobierno hay desconcierto sobre cómo salir del mal clima

Traje sin corbata, camisa blanca, Juan Manuel Abal Medina cenó el viernes a la noche en el restaurante Caseros, de San Telmo. Un vecino de mesa le habló con tono irónico: “Che, recién vuelvo de Miami”, le dijo, en obvia alusión a la frase con la que el jefe de Gabinete vinculó de modo despectivo a los caceroleros con esa ciudad estadounidense. Abal Medina contestó con una sonrisa seca.


POR NICOLÁS WIÑAZKI


El sábado 22, el vicepresidente Amado Boudou almorzó con su novia en el jardín del Palacio Duhau. Tuvo que pedirle al hotel que le cierre el lugar para evitar el contacto con la gente . Llegó al mediodía y se fue a las seis de la tarde después de pagar en efectivo, con muchos billetes de cien pesos. Nadie se le pudo acercar.
Desde los cacerolazos del 13 de septiembre la calle ya no es lo que solía ser para los funcionarios nacionales.
La gira de la presidenta Cristina Kirchner por los Estados Unidos, en la que se inició un polémico diálogo con Irán por el caso AMIA y que terminó con la mandataria respondiendo preguntas incómodas en Georgetown y Harvard, tampoco pudo ser capitalizada por el Gobierno .
La Casa Rosada debate ahora cómo retomar la iniciativa perdida .
Los ministros que hicieron su carrera en el peronismo clásico, educados en el arte del diálogo, se resignan ante el avance del “ala dura”, encabezada por los dirigentes de La Cámpora, que impone una reacción inflexible a las críticas.
“Acá estamos, remándola”, suele sincerarse el ministro del Interior, Florencio Randazzo, en encuentros con intendentes del PJ.
El ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, es todavía más crudo: “Estamos perdiendo votos, es verdad, pero es un año difícil. En el 2013 ustedes van a necesitarnos”, les dice a los jefes comunales, según reconstruyó Clarín en base a testimonios de sus interlocutores.
A pesar del cariño que le tiene a Máximo Kirchner, De Vido es uno de los principales adversarios internos que tiene La Cámpora. Cuando tenía bajo su órbita a la Secretaría de Transporte, solía repetir que padecía a diario la gestión de uno de sus referentes juveniles K, el presidente de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde.
El viaje de la Presidenta a los Estados Unidos terminó generando unrevuelo político en el distrito que más cuidaron los Kirchner: La Matanza.
El rector de la Universidad del distrito, Daniel Martínez, recibió un llamado del intendente, Fernando Espinoza, después de decir que estaba “muy dólido” por la alusión a su institución que hizo la Presidenta en Harvard: “No pensé que se iba a armar este lío”, se excusó Martínez.
En la Casa Rosada encontraron un argumento para alimentar la teoría de un complot: importantes funcionarios creen que en la interna del PJ el rector acompaña al siempre intrigante Daniel Scioli.
El Gobierno apuró el viernes la réplica a Martínez. Dos legisladores que suelen hacer de voceros informales de Olivos salieron a cruzarlo: Edgardo Depetri y Fernandos “El Chino” Navarro.
La Jefatura de Gabinete se encargó de que los medios que responden al aparato de propaganda estatal replicaran las críticas del intendente Espinoza a Martínez.
La presidenta hará las paces pronto con La Matanza. Es muy probable que dentro de pocas semanas inaugure allí el hospital “Alberto Balestrini”.

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