Cuando se lo cuestiona, el relato queda al desnudo

El relato oficial está en serios problemas y su pretendida épica enciende cada vez menos pasiones. Quedó súbitamente desnudo , mostrando su verdadera naturaleza, construida ladrillo a ladrillo por un discurso al que la realidad ha comenzado a desmentir. Queda, todavía, una minoría intensa que busca mantenerlo vivo pero, como quedó claro en la última quincena de septiembre , cada día le cuesta más hacerlo pasar por verídico.


POR RICARDO KIRSCHBAUM


La Presidenta tropezó en la tribuna académica, donde fue llevada para mostrarse, con la certeza de que el relato no admite la interrogación porque así queda expuesta su endeblez.
Las últimas encuestas dan testimonio de esos problemas que se reflejan en la caída de imagen de la Presidenta. No podrá ser atribuida al recurso fácil de la manipulación mediática sino a la certificación de un estado de ánimo que traduce un malestar concreto. En su afán de tapar las goteras del relato, el Gobierno intenta sin éxito ocultar que han aparecido límites demasiado temprano en el segundo período de Cristina y que la autosucesión indefinida, sintetizada en el ruego de “Cristina eterna”, cada día está más lejos. Esa distancia es la que hace que el peronismo, hoy marginado de las decisiones, haya comenzado a despabilarse por si debe volver a intervenir para definir cómo seguirá la cuestión para el 2015.
Ha quedado claro por qué Cristina no permite preguntas en el país. En Boston, fue a lucirse en una tribuna académica y terminó dejando una muy pobre impresión . Peor: apareció una veta de descalificación que dejó estupefactos hasta a sus propios adeptos por la profundidad de la ofensa a los estudiantes universitarios de La Matanza, rebajados por Cristina a un nivel de inferioridad académica y social insólita para una Presidenta que se vanagloria de la inclusión social y de su declamada solidaridad popular.
Ya había dicho que aceptar preguntas en la Argentina era aceptar hablar contra sí misma. Ahora añadió que no lo hace porque los periodistas protestan porque ella no les contesta como ellos quieren y que son desorganizados , como si esa tarea de ordenar una reunión con la jefa del Estado no fuera responsabilidad de su propio Gobierno, si quisiera hacerlo como se debe.
El problema de Cristina es que sus respuestas a ciertas preguntasexponen su naturaleza y una arrogancia inútil para disfrazar la verdad.
El relato pierde eficacia. En vez de enamorar, exaspera. Muestra la inutilidad de la red de propaganda que se ha montado con el dinero oficial y la complicidad –y el negocio– de muchos.

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