A tres meses del tiroteo, Baby Etchecopar vuelve a su casa y dice que "no se arrepiente de nada"


El conductor decidió retornar al domicilio donde se enfrentó con tres ladrones. Perdió ocho kilos y tiene custodia todo el día. Cuenta que nadie en su familia puede dormir. “No soy Terminator”, confiesa.

Por Cecilia Di Lodovico



Cada mañana abre los ojos y nada se siente igual. El dolor de la cintura es agudo y aún no se acostumbra a su pierna derecha inmovilizada. Se terminaron los rutinarios desayunos en Pepino y los paseos en su Harley Davidson. En cambio, las imágenes del tiroteo, la sangre y el olor a pólvora lo acompañan como una jaqueca constante y eterna. Desde el feroz enfrentamiento que protagonizó, Baby Etchecopar no es el mismo. Y no volverá a serlo.
Lejos del country en el que se refugió tras el asalto, y con ocho kilos menos, regresa a la casa donde fue baleado. Volverá a dormir en la cama donde Adriana, su mujer; su hija, María Paz, y la novia de su hijo–Federico Etchecopar–permanecieron inertes a las 37 balas que cortaron el aire en la habitación matrimonial, aquel 12 de marzo. Alejandro Morillo, uno de los tres ladrones que ingresaron al chalet de Francia al 100, no tuvo la misma suerte. Murió acribillado.
A todos, la parca les pasó cerca y les dejó una huella latente: “Somos fantasmas”, dice Etchecopar sobre el estado de ánimo de cada integrante del clan casi desintegrado por la balacera.
—¿Cómo se siente a tres meses del robo?
—Esto es una larga pesadilla. Estoy todo el día en una nube repasando y dando vueltas a lo que pasó. Lo que me pasó sólo lo puedo comparar con una mujer violada, ultrajada por tres tipos que entran a tu casa, te violan, le pegan cuatro o cinco balazos a tu hijo y a vos. Me destrozaron la vida, la intimidad y la familia. Todos lo presenciaron: vieron cómo le tiraron a mi hijo y cómo me gatillaron a mí en la garganta; también cómo le pegaban en la panza a mi hija, embarazada de siete meses. Toda la familia quedó mal psicológicamente.
—¿Pensó que el impacto psicológico iba a ser menor?
—Pensaba que esto terminaba con el yeso, pero no. El post operatorio es largo. Todo el mundo cree que con la condena termina el problema, pero no, te acompaña de por vida.
—¿Tienen tratamiento psicológico?
—Todavía no. Te voy a explicar por qué: a mí me volaron toda la pierna. El médico me dijo que la salvé porque no agarró una arteria que era fundamental, de lo contrario, la tendrían que haber cortado. Para poder volver a caminar, primero tengo que tener hueso, después empezar con la rehabilitación. Lo mismo pasa con la cabeza. Después que pase un tiempo y bajemos todos y termine todo este proceso, vamos a arrancar todos con el tratamiento. Sino sería como pedirle a un tipo que se bajó del Titanic que aprenda a nadar.
—¿Tiene pesadillas?
—No duermo. No duerme mi mujer ni mis hijos. En casa no duerme nadie porque tenemos miedo que entre alguien.
Desde el robo, Etchecopar tiene custodia personal las 24 horas. Sin embargo, días atrás fue abordado por un delincuente que intentó robarle cuando viajaba en su camioneta. El asalto fue frustrado por el inseparable custodio.
—¿Cómo cambió su vida? ¿Le afecta estar custodiado de forma permanente?
—Uno no nace para esto, yo no soy Terminator. Soy actor y humorista. Yo me preparé en la vida para vivir y, de última, que me preocupe la pelea con mis hijos o un divorcio. O que me estafen con un cheque. ¿Cómo no me va a afectar? Estoy hecho mierda. Ahora debería estar hablando del teatro.
—¿Cómo está su hijo Federico?
—Mal. El otro día se sacó la remera adelante mío y parece una pelota de fútbol, todo lleno de cicatrices. Estamos todos pésimo.
—¿Pensó en irse del país?
—No, jamás. Sí se me cruzó la idea de luchar para que no haya más inseguridad porque no es tan difícil.
—¿Se arrepiente de algo de lo que sucedió esa noche?
—La decisión la tomé en un instante. No me arrepiento. Es una pregunta media ambigua porque, si fue para salvarle la vida a mi familia, no me arrepiento de nada, pero me arrepiento de haber estado en ese momento, en ese lugar y que me haya tocado a mí el trabajo más feo. Me duele por mi familia y por las familias de los chicos que entraron. Ellos también son seres humanos y tendría que haber habido un Estado que los contenga y no llegar a esto de estar como perros y gatos. Pero lo que sí siento es mucha lástima por todos y    por mí también porque me tocó el laburo más feo y me hicieron mierda (se le quiebra la voz) aunque no lo demuestre.
—¿Sigue pensando que “si entran a mi casa, los mato”?
—Creo que el que no lo dice, es un hipócrita. Cualquier hombre con los    huevos bien puestos, si le tocan a la familia o le quieren violar a la hija, actuarían igual que yo. Sean jueces, diputados, los senadores o la Presidenta.
—¿Cambió su manera de ver la vida?
—Soy otro tipo. Me cambió la cabeza con respecto al orden de valores y al darme cuenta que pueden entrar tres a tu casa a matarte pero hay 400 mil en la puerta del hospital queriendo ver sangre. Me cambió la cabeza en cuanto a darme cuenta que los argentinos son maravillosos. Hay delincuentes, pero también hay un pueblo espectacular que a mí me enternece mucho. Cada persona que se acerca en la calle con una estampita y me da un beso, me hace llorar. Estoy muy sensible. Me cambió todo.
—¿Qué cambió?
—Todo. Ya no soy el Baby que era. Perdí el apetito entre las alhajas; me robaron la risa y el futuro. Siempre va a haber alguien que me pregunté qué pasó esa noche. Hay un antes y después. Cuando mi hermano volvió de la guerra, lo abracé y estaba abrazando una bolsa de huesos, no era mi hermano. Eso me pasa a mí.
—¿Cómo fue volver a entrar a la casa donde lo balearon?
—Lloré mucho. Esa fue la casa que hicieron mis abuelos. Me enterneció mucho volver. No sé cómo va a ser mi vida ahí. No tengo idea, soy un punto fijo.

Cinco armas y 37 disparos
El 12 de marzo pasado, tres delincuentes armados sorprendieron en su auto a Federico Etchecopar, hijo del conductor del programa “Angel de la Medianoche”, y a su novia. Alejandro Morillo, de 24 años, Horacio Barreto, de 27, y L. V., un menor de 17, obligaron a Federico a dirigirlos hacia su casa ubicada en Francia 135, San Isidro. Allí mantuvieron cautiva a la familia hasta que se produjo el tiroteo en el que fueron heridos de gravedad Baby Etchecopar y su hijo. Morillo terminó muerto y Vásquez escapó herido, luego fue detenido en el hospital Thompson de San Martín. Barreto, ileso, se mantuvo una semana prófugo. Lo que pasó fue un verdadero infierno: en total hubo 37 disparos y cinco armas secuestradas. 
Días atrás, la policía determinó que siete años atrás participó de un violento asalto al banco Credicoop de Villa Martelli, partido bonaerense de Vicente López. En el golpe, los ladrones usaron una granada de mano y miguelitos. Fuentes de la causa creen que el delincuente podría estar relacionado a otros robos de similares características en la zona.
El abogado de Etchecopar, Martín Rodríguez, estimó que el juicio a Barreto y a Vásquez, ambos con prisión preventiva, comenzará entre julio y agosto de este año.

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