Las nuevas encrucijadas del periodismo

Reflexionar sobre el periodismo en la Argentina actual es hacerlo sobre las acechanzas que, básicamente desde el poder, se ciernen sobre él para deslegitimarlo en su rol social, pero también implica hablar de la necesidad de mejorar todos los días esta profesión, o vocación, tan relacionada con la libertad.






Nota extraída de Los Andes 


Esta nueva celebración del Día del Periodista encuentra a la Argentina en un difícil momento para el pleno desarrollo de la actividad que los mismos profesan, la cual se encuentra con problemas diferentes a los de otras épocas pero que bajo ningún punto de vista deberían estar ocurriendo dentro del seno de una democracia que se aproxima a los veintinueve años de vigencia continuada, hecho inédito y sumamente positivo en el devenir de nuestra casi siempre maltratada república.

Hoy el periodismo no es particularmente víctima de censura, represión o judicialización en la libertad de expresión pero, sin embargo, los embates del poder hacia la prensa no han cesado sino que han cambiado de modalidades. Ahora lo que se busca denodadamente es atacar la credibilidad de la actividad no por lo que ella pueda tener de criticable, que como toda empresa humana no está exenta de errores, defectos y excesos, sino por una de sus principales misiones de cara a la sociedad: la de servir como contrapoder, la de criticar y poner límites al poder en sus tendencias a absolutizarse. 

En la Argentina  actual se ha montado desde el Gobierno nacional una de las más poderosas maquinarias de publicidad disfrazada o definida como "periodismo militante" que, en realidad, no es más que organizar, con el dinero de todos los argentinos, una "guerra virtual" contra todos los periodistas y empresas periodísticas que no repiten literalmente aquello que el oficialismo quiere que se diga. Nada tiene de malo que personas e instituciones dedicadas a esta profesión definan sus simpatías hacia las políticas gubernamentales e incluso que las defiendan ardorosamente, pero cuando es el propio Estado el que se defiende a sí mismo atacando a los demás, las cosas se complican.

 Por otra parte, el Estado, en realidad el gobierno o incluso el partido oficial hablando en nombre del Estado, no sólo confunde propaganda con periodismo sino que su principal argumento es difamar con la totalidad de la inmensa gama de recursos públicos, a todos los que no se resignan a ser meros voceros de lo que desde allí se quiere que se diga.

Una clase política imposibilitada de re-jerarquizar su rol haciéndolo más creíble ante una sociedad justificadamente escéptica, creyendo que las críticas sociales no provienen directamente del seno comunitario sino que son artificialmente instigadas por los medios de comunicación independientes, ha decidido utilizar todas esas herramientas que el pueblo coyunturalmente les ha cedido, para lograr que la prensa caiga en el mismo desprestigio en que muchos políticos han caído.
 
Tarea imposible: primero, porque el diagnóstico es falso ya que el público no es un sujeto pasivo que tome sus decisiones por lo que dice el poder o los medios; segundo, porque mientras más el poder ataque al periodismo mediante la infamia y la denigración constantes, más contribuirá a que ocurra lo contrario, a que la gente, defendiendo su derecho a ser bien informada, se ponga del lado de quienes mejor la informan. 

Sin embargo, aunque el poder se equivoque y no logre su objetivo, inevitablemente la calidad de la democracia terminará deteriorándose por lo absurdo del combate iniciado y provocado desde los más altos mandos gubernamentales, lo cual no sólo perjudicará al periodismo y a la sociedad sino, básicamente, a sí mismo.

En síntesis, ante un nuevo aniversario del Día del Periodista, vayan nuestros sinceros deseos de que estas malas prácticas algún día sean definitivamente remplazadas por conductas efectivamente democráticas donde cada sector cumpla su función social de acuerdo al papel que institucionalmente le corresponde. Es por eso que el urgente deber de los periodistas en la Argentina presente es el de hacer cada día más y mejor periodismo, única actitud que, antes o después, pondrá en su lugar a los que ven a la libertad como peligro en vez de auspiciarla por sus méritos irremplazables.

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