Simplemente María

Qué bueno que se recuerde que María Elena Walsh fue una notable poeta, además de autora para niños. Y lo recuerda otro poeta, además de periodista.


POR RAÚL ACOSTA (*)

ROSARIO (Especial para Urgente24). Ha muerto María Elena Walsh y no quisiera abrir el gugle para buscar datos. El sitio tiene informaciones, pero no posee corazón. María Elena debe, merece que la recordemos con el corazón.

Le cabe una de sus letras, en realidad todas, pero en una insiste: ”Un amigo nuevo no es lo mismo, pepe, nos quiere por la mitad. Cuando un amigo se va, nadie nos devolverá, todo el corazón que le prestamos, tanta compartida soledad.”

Maríe Elena Walsh nos prestó el corazón. Es ella la que insistía: ”¿Te acordás hermano que tiempos aquellos, cuando el que te dije salía al balcón". Su tango, El 45, remite al país que fue suyo. También el nuestro. Un país con amores y odios que hoy parecen de juguetería

Junto a Leda Valladares (ese otro monolito a lo inclaudicable y lo digno) hizo la patriada. Bombito y guitarra chamuscada para las canciones de Leda y María. Y el rescate de emocionantes coplas. Allí estuvo.

Y, claro, una de las formas de ver el país, que tan bien nos pintó con su copla: ”Porque me duele si me quedo, pero me muero si me voy, por todo y a pesar de todo, mi amor, yo quiero vivir en vos”. Somos eso, el gataflorismo de sus versos. Así nos veía, era, somos.

María Elena Walsh fue escritora, poeta, música o compositora, como gusteís, pero fue, básicamente, la dignidad de sus amores y su mirada del país.

“No te vayas, te lo pido, de esta casa nuestra, donde hemos vivido. Que nostalgia te puede llevar, si de la ventana no vemos el mar…”

Estupenda poeta. Estupenda.

Sus canciones infantiles siguen siendo eje de tantos y tantos recitales.

“Nunca supo bien porque, a París ella se fue. Un ratito caminando, y otro ratitito a pié”. Quien no lo haya cantado en el país está lejos de los hijos y sus fórmulas de la mesurada alegría y la canción que exalta, recrea, aumenta el conocimiento. Eso puede ser un eje. Canciones que aumentaban el placer por el texto, el de otros y las melodías, las del mundo. María Elena Walsh era una llave para crecer hacia un mundo que se supone mejor. María Elena Walsh fue un peldaño hacia la dignidad de las canciones infantiles, las de amor, las de revolución, las de quejas. Un peldaño hacia la dignidad.

Canción de cunas para gobernantes sirve para avisar, a los que mandan, que deben gobernar y no mandarnos. Y la cigarra, que tanto personaje menor (me cuento) usó ante un día malo o una prohibición es una formulación del viejo Almafuerte (cien veces te levantas) reciclada. Y una esperanza sin declinaciones, generosa… ”hice un nudo en el pañuelo, pero me olvidé después…”.

No quiero buscar en el gugle sus poemas, sus textos o sus fechas.

Doña Disparate y Bambuco andan por allí, como está a la vuelta de cualquier Wincofón el país del no me acuerdo, donde con dos pasitos nos perdíamos.
No fue una personalidad fácil porque tenía posiciones, amores, discurso, solidez. Era argentina, convicta y confesa de porteñidad por su vida antes que por su lugar de nacimiento.

Fue ejemplar su modo de manejarse dignamente con las relaciones públicas, la fama (nunca mas claro que es puro cuento) y las relaciones políticas.

Mujer de amores los tuvo, pero no los exhibió.

Antes que cualquier tonta del mundo del glamour o de la política manejó la cuestión de género y la de igualdad sexual como se debe: naturalmente. Ni escondida ni exhibida. Vivida.

Es de otro poeta popular el texto: “acaso te llamaras simplemente María, no se si eras el eco de una vieja canción…”

María Elena Walsh ha sido eso. Es ella el eco de una vieja canción popular, la de los amores en buhardillas, la de complicidades en el parque, del París siempre cercano. No tiene concesiones a la bufonada y la chabacanería. No debería recibirlas en su muerte.

Caramba, es por ella que muchos cantaron un tema de Palito Ortega. Que hasta eso tuvo: supo donde alojarse cuando precisaba compañía del otro lado del río.

Habrá una flor y otra flor celeste para recordarla en una esquina especial: la esquina Rivolí.

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(*) Testigo.

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