Aberrante: La inflación real es 4 veces la inflación oficial

La deformación sobre la estructura de precios relativos que provoca la brecha entre la inflación real y la nominal es insostenible, tal como lo explica que el FMI. Los Kirchner están dispuestos a intentar prolongar esta aberración hasta el final de su mandato, más allá de las consecuencias que provoca en la economía real. El Instituto para el Desarrollo Social intenta explicar algo de eso:

| 11/10/2010 | 18:45



CIUDAD DE BUENOS AIRES (Idesa). La inflación es un flagelo que deteriora la capacidad de desarrollo.

Por eso, la tendencia entre los países mejor organizados es a explicitar metas moderadas de crecimiento de los precios y exigir a los funcionarios su cumplimiento.

En ka Argentina, se sigue la lógica contraria. Una inflación alta y creciente sirve para manejar discrecionalmente las finanzas públicas y realizar anuncios políticamente atractivos de grandes aumentos nominales de salarios y jubilaciones, que luego son erosionados por la inflación.

Esta estrategia tiene enormes costos económicos, sociales e institucionales, transitoriamente disimulados por la bonanza económica.

La inflación es un fenómeno con profundos impactos en la calidad de vida de la gente. La incertidumbre que genera disminuye la capacidad y la predisposición a ahorrar, a dar créditos y a invertir en proyectos productivos.

Por eso deteriora la capacidad de crecimiento y afecta negativamente la distribución del ingreso dado que las familias más humildes son las que menos mecanismos de defensa tienen frente a los aumentos de los precios.

Prueba de que los países avanzados se toman muy en serio controlar la inflación es que adoptan esquemas severos para controlar que las autoridades garanticen la estabilidad de precios.

La Reserva Federal de USA, el Banco Central Europeo, el Banco de Japón, el Banco Nacional de Suiza y las autoridades monetarias de otros 26 países (de los cuales 7 son desarrollados y el resto de ingresos medios) operan bajo una meta específica de inflación y son controlados a través de mecanismos transparentes de monitoreo.

En algunos países aplican penalizaciones a los funcionarios que se alejan de la meta, que pueden llegar hasta a la destitución del presidente del Banco Central, como es el caso en Nueva Zelanda.

En la Argentina, los objetivos de inflación se presentan en el proyecto de Presupuesto Nacional. Comparando esta información con datos de inflación observada aparece que:

> En los años 2005 y 2006, la inflación proyectada en el Presupuesto fue de poco más de 8% y la observada se ubicó en el entorno del 11%.

> Entre los años 2007 y 2009, la brecha se amplía ya que la inflación estipulada en el Presupuesto fue de aproximadamente 7% mientras que la observada rondó el 20%.

> En el Presupuesto del año 2010 la inflación proyectada es de 6,6% pero la observada se estima –según lo ocurrido en los primeros 6 meses– que superará el 25%.

Los datos muestran que la proyección de inflación oficial es sistemáticamente violada. En el año 2010 se va a alcanzar una situación extrema en que el aumento de los precios puede llegar a ser 4 veces más alto que la inflación estimada oficialmente.

Esto lleva a subestimar los ingresos tributarios en las proyecciones presupuestarias, generando una enorme masa de recursos, por encima de lo presupuestado, que se maneja discrecionalmente por fuera de los mecanismos de control del Congreso.

La “ilusión monetaria” es un concepto que utilizan los economistas para denominar la falta o débil percepción que tiene gran parte de la población de los efectos de la inflación sobre el valor de la moneda.

En la medida que exista “ilusión monetaria”, la inflación es el mecanismo más potente y eficiente para engañar a la gente.

Un ejemplo contundente son los aumentos de salarios de los últimos meses.

Según los datos oficiales, el salario registrado aumentó un 23% entre el 1er. semestre del año 2010 e igual período del año anterior (paso de $3.135 a $3.852).

Dado que los precios están creciendo a un ritmo superior a ese porcentaje (probablemente a más del 25% anual), la realidad es que el poder de compra del salario esta declinando.

Gracias a la “ilusión monetaria” no sólo se evitan los conflictos que generaría una reducción de salarios como la experimentada el último año, sino que, por el contrario, los aumentos nominales son asumidos como una buena noticia.

Las sociedades serias rechazan utilizar el engaño inflacionario como herramienta de política.

Probablemente hay consideraciones éticas que hacen que sus sistemas políticos no caigan en la tentación de anunciar demagógicamente grandes aumentos nominales (no reales) de salarios y prestaciones sociales, o usar discrecionalmente fondos públicos sin el control parlamentario.

Pero seguramente que la clave es que la población no tolera y penaliza a los gobernantes que permiten que la inflación erosione los ingresos (sobre todo los de las familias más vulnerables) y socave la inversión.

Usar la inflación como base de la política económica es una estrategia que puede generar réditos de corto plazo pero tiene asociado enormes costos económicos, sociales e institucionales.

La bonanza internacional permite disimular transitoriamente el daño que provoca la inflación, pero no remedia sus impactos negativos. Por eso, tanto por razones éticas como prácticas, es fundamental abandonar la estrategia del engaño sistemático a través de la “ilusión monetaria”.

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