El día después: Cuando el peronismo traicionó a Perón para irse con López Rega

El peronismo no cumplió con los últimos deseos de Juan Perón, quien advertía los enormes obstáculos que había por delante y la necesidad de resolverlos más allá del peronismo. Por eso la convocatoria a Ricardo Balbín, líder de la UCR. Pero el peronismo traicionó a Perón, y probablemente hoy día lo sigue haciendo desde su Consejo Nacional que tiene un proyecto excluyente y hegemónico. Pero no nos anticipemos. Recordemos aquellos días de julio de 1974.

JUAN BAUTISTA YOFRE | 01/07/2010 | 22:43


CIUDAD DE BUENOS AIRES (El Escarmiento). El 4 de julio se realizó la desedida oficial en el recinto de la Cámara de Diputados de la Nación. En la ceremonia hicieron uso de la palabra 12 oradores. Benito Llambí, en epresentación de los ministros; José Antonio Allende, por Senadores; Raúl Lastiri, por Diputados; Miguel Ángel Anaya, por las Fuerzas Armadas; Duillo Brunillo, por el Partido Justicialista; Silvana Roth por la Rama Femenina; Lorenzo Miguel, en nombre de las 62 Organizaciones; Adelino Romero por la CGT; Julio Broner por la CGE; Carlos Saúl Menem en nombre de los gobernadores; y Ricardo Balbín en representación de los partidos políticos.

De todos los discursos el más recordado fue el del jefe radical, que no leyó como los anteriores, sino que improvisó, en algunos momentos con sus pulgares en el filo de los bolsillos: "Este viejo adversario despide a un amigo, y ahora, frente a los compromisos que tienen que contraerse para el futuro, porque quería el futuro, porque vino a morir para el futuro, yo le digo, señora Presidente de la República: los partidos políticos argentinos estarán a su lado en nombre de su esposo muerto para servir a la permanencia de las instituciones argentinas, que usted simboliza en esta hora".

Tras las referencias que María Estela Martínez de Perón le había transmitido a Ricardo Balbín sobre los consejos de su marido (consultar sus decisiones con el jefe radical, estar permanentemente en contacto con él), Balbín no se sorprendió cuando fue invitado a Olivos a entrevistarse con la Presidente de la Nación, a las 13 horas del viernes 5 de julio. Ya para ese entonces el invitado conocía los trascendidos que hablaban de que Perón, en su lecho de enfermo, había imaginado traspasarle el Poder Ejecutivo, aunque no se sabía cómo, en tanto Balbín no estaba contemplado en la ley de acefalía.

Cuando Balbín llegó a la residencia presidencial, acompañado de Enrique Vanoli, se encontró con José Ber Gelbard. Al rato fueron llegando los miembros del gabinete nacional, los titulares de ambas cámaras del Parlamento, el presidente de la Corte Suprema, los comandantes generales de las Fuerzas Armadas, los secretarios generales de la CGT y las 62 Organizaciones y el secretario general de la Presidencia. Estaba claro que no iba a ser una reunión privada dada la asistencia multitudinaria.

La cumbre se llevó adelante en el gran comedor de estilo inglés del chalet presidencial. Luego de los saludos de rigor a cada uno de los presentes, la Presidente de la Nación tomó la palabra, agradeció la asistencia de todos y se dirigió a Balbín, agradeciéndole especialmente por el discurso que había pronunciado en los funerales de su marido, que había tenido amplia repercusión nacional.

Seguidamente, Isabel planteó un tema que muchos hablaban en privado: la inconveniencia de que López Rega continuara viviendo en la residencia presidencial. Isabel elogió la capacidad de trabajo y la lealtad de López Rega, a quien "Perón consideraba como un hijo", y preguntó a los presentes qué opinaban. Ésta es la versión de Heriberto Kahn en su libro Doy Fe y que fue retomada por Joseph A. Page en Perón, Una Biografía. Sin embargo, la cuestión era otra: se estaba discutiendo cuál iba a ser el papel de López Rega a partir del fallecimiento de Perón. Se dilucidaba el perfil del nuevo gobierno.

El primero en hablar fue el titular de Trabajo, Ricardo Otero, quien se deshizo en ponderaciones hacia su colega de Bienestar Social. La exposición de Otero, observó más tarde Llambí, "me reveló a las claras que el asunto estaba debidamente preparado". En términos parecidos a Otero se expresó Juan Alberto Vignes. Ricardo Balbín le explicó a Isabel la conveniencia de preservar la imagen presidencial de manera "inmaculada" y aconsejó evitar la influencia hegemónica del ministro de Bienestar Social. Teniendo en cuenta el inicio de una nueva etapa del gobierno, había que "quitar del camino" a aquellos factores que pudieran parecer irritativos: "Si usted considera necesario el asesoramiento político del señor López Rega, puede seguir contando con él desde las funciones que desempeña como ministro de Bienestar Social". Este final fue clave porque Balbín, dentro de los límites de la prudencia, estaba acotando la geografía de López Rega dentro del Poder Ejecutivo.

Última Clave, del 11 de julio, dijo que también señaló "fallas en el aparato de informaciones", en abierta crítica al secretario Abras. "A su esposo se le hacía una propaganda que no necesitaba, que le hacía daño a él y al país. Usted tampoco la necesitará, señora". Benito Llambí recordó que Balbín no entendía su presencia en la reunión, "en tanto se iban a considerar asuntos de gobierno, y de carácter reservado; su tono de voz revelaba a la vez extrañeza y molestia". Posteriormente, alguien, le va a adjudicar a Balbín el hablar sobre armas en el Ministerio de Bienestar Social. Eso no fue cierto.

Jorge Taiana en El Último Perón sostiene que recordó a los presentes que con la muerte de Perón había llegado el fin de la "verticalidad" y a López Rega -sentado a su izquierda- la obligación de los ministros de limitarse al área fijada por la Ley de Ministerios. Taiana advirtió que sólo los ministros Llambí y Robledo coincidieron con sus palabras. Los demás "mostraron tibieza o franco apoyo a López Rega". Llambí fue el más explícito al relatar que lo que se estaba tratando era la posibilidad de que López Rega se convirtiera en Primer Ministro (figura que no existía en la Constitución Nacional), "ministro-enlace" con la Presidente de la Nación. Eso significaba que todos los asuntos, antes de llegar al despacho de Isabel, debían pasar por sus manos. En términos parecidos se expresó el senador José Antonio Allende al criticar la figura del ministro-enlace o Primer Ministro. Muchos participantes alabaron a López Rega, otros no dijeron nada, otros "tiraron la pelota afuera", como observó una fuente de Heriberto Kahn.

María Estela Martínez de Perón cerró la reunión con la frase "lo que bueno para Perón, será bueno para mí; así como lo que fue malo para Perón, será malo para mí", y mantuvo a López Rega dentro de Olivos (recién un año más tarde fue sacado por la escolta del Regimiento de Granaderos a Caballo). A los pocos días renunciaron Taiana y Solano Lima. Luego partirían Benito Llambí y Robledo. José Antonio Allende dejó de ser vicepresidente provisional del Senado, y poco más tarde José López Rega, como secretario privado de la Presidente, sería designado "coordinador" del gabinete, conservando su cargo de ministro de Bienestar Social.

Cuando terminó la reunión, Balbín -que estaba molesto- le habría dicho a Taiana que esperaba que fuese la primera y la última reunión de esa naturaleza: "La expectativa creada le hace muy mal al país". Al subirse al automóvil que lo llevaba de vuelta a la Capital Federal, Balbín le comentó a Enrique Vanoli: "Esto ha sido una trampa".

Al día siguiente, sábado 6 de julio, La Razón informaba en su portada que Dolores Eyerbe sería la secretaria privada de la Presidente, con lo que cesaba en ese puesto López Rega, y que el ministro "abandonaría en breve la residencia presidencial de Olivos". Nada de eso sucedió.

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