Alegrías (algunas) y miserias (bastantes) de una Revolución

Cuando se habla de la Revolución de Mayo a menudo se ignora cuál es el contexto y las consecuencias de lo ocurrido. También es cierto que fue el nudo de problemas que los argentinos no han logrado resolver, de penurias que se proyectaron durante 200 años, y de desafíos que ojalá no demoren otros 200 años en resolverse. El 25 de mayo de 1810 tuvo su contracara en el 5 y 6 de abril de 1811, la 1ra. movilización clientelar de la historia doméstica.

EDGAR MAINHARD | 25/05/2010 | 07:03

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Es interesante la lectura de las crónicas y relatos, a propósito del Bicentenario porque permiten darle otra interpretación al presente. Al menos se puede enfocarlo con argumentos más creativos.

Baltasar Hidalgo de Cisneros era un marino con experiencia en el combate. Llegó como virrey del Río de la Plata con grado de almirante y cierta sordera que cargaba desde la Batalla de Trafalgar, donde estuvo en el navío Santísima Trinidad.

La Junta Suprema de Sevilla lo nombró Virrey, en 1809, en reemplazo de Santiago de Liniers.

El 27 de mayo de 1808 se había elegido en Sevilla la Junta Suprema de España e Indias, que gobernaba en nombre de Fernando VII y le declaró la guerra a Napoleón Bonaparte el 17 de junio. En forma simultánea, emergieron gobiernos en las diversas provincias del reino, cada uno de los cuales pretendía ser soberano.

El 25 de septiembre, en Aranjuez, Madrid, con representantes de numerosas juntas locales, se constituyó la Junta Suprema Gubernativa del Reino, con representantes de varias de las juntas que habían surgido en las provincias.

Esa junta, que estaba presidida por el conde de Floridablanca, fue reconocida y jurada en Buenos Aires el 8 de enero de 1809, a pesar de que su legitimidad era muy discutible. Esas juntas no habían sido elegidas por asambleas populares, ni ejercían su autoridad por delegación del rey, de modo que su autoridad siempre estaba en duda.

Liniers vs. Álzaga

Santiago de Liniers y Bremond, Caballero de la Orden de San Juan, caballero de la Orden de Montesa, capitán de navío de la Real Armada, Comandante General de Armas de Buenos Aires y virrey del Río de la Plata, era un oficial de la marina francesa beneficiado por el 3er. Pacto de Familia (1761), que permitió a los franceses participar en las empresas militares españolas en igualdad de derechos y obligaciones que los españoles.

En 1804 fue nombrado por el virrey Rafael de Sobremonte, jefe de la estación naval de Buenos Aires, luego trasladado a la Ensenada de Barragán, pero lo importante es que surgió como héroe de la Reconquista de Buenos Aires. Un Cabildo abierto reemplazó a Sobremonte por Liniers como gobernante militar, y el virrey pasó a la Banda Oriental.

1 año después, el Rey confirmó el nombramiento de Liniers como virrey.

A Sobremonte se le cuestionaba haber entregado, en Luján, los fondos públicos (gran cantidad de plata) a los ingleses, a cambio de la cándida condición de que no podrían salir de Buenos Aires mientras no se estableciera si era o no un botín de guerra legítimo. De inmediato los caudales fueron llevados a Londres.

Los comerciantes de Buenos Aires, quienes apoyaron esa entrega de caudales, a cambio de que los ingleses les devolvieran los barcos y lanchas que habían capturado, no se hicieron co-responsables de la entrega que hizo Sobremonte.

Liniers tenía varios problemas:

> Era francés, y la invasión de Napoleón Bonaparte a España lo convirtió en sospechoso de simpatizar con los enemigos de España.

> Su hermano, el Conde de Liniers, participó en una conjura con los ingleses para independizar el Río de la Plata.

> En su gestión de virrey, se lo acusó de nepotismo, cohecho y peculado, y la clase alta de la Ciudad de Buenos Aires se mostró escandalizada por su romance con una mauriciana de origen francés de apellido Perichon y apodada La Perichona.

> Tenía pésima relación con el general Francisco Javier de Elío, gobernador de Montevideo, quien organizó una Junta de Gobierno, que expresó el derecho de cada ciudad a gobernarse por sí misma.

> Tenía pésima relación con Martín de Álzaga, un vasco que llegó al Río de la Plata a los 11 años, muy pobre y sin saber siquiera hablar castellano pero que acumuló una fortuna traficando esclavos, textiles y armas.

Con ese dinero, Álzaga se convirtió en hacendado e influyente miembro del Cabildo de Buenos Aires, desde 1785 como Defensor de Pobres. Álzaga fue uno de los fundadores del Consulado de Comercio de Buenos Aires. Habiendo hecho fortuna con el comercio, se opuso con ímpetu a cualquier apertura comercial.

Preocupado por la rebelión de Túpac Amaru II, creyó encontrar una conspiración en Buenos Aires y ordenó torturar a los prisioneros arrestados. Pero no pudo corroborar sus sospechas.

Pero tuvo un rol importante en las invasiones inglesas (en la chacra de Perdriel, en el actual partido de San Martín, organizó el llamado "ejército secreto de Álzaga", clave en la Reconquista, y la derrota de William Carr Beresford).

El 1º de enero de 1807, él fue electo Alcalde de 1er. voto y asumió el mando civil de la ciudad, responsabilidad en la que colisionaba a diario con Liniers, quien sólo contaba con el apoyo de los regimientos locales, por lo que se ocupó cuidadosamente de pagar sus sueldos, y eso lo salvó en 1809.

El 1º de enero de 1809, Martín de Álzaga y los miembros del Cabildo pretendieron deponer a Liniers, pero la intervención de Cornelio Saavedra —comandante de los Patricios— salvó al virrey, y llevó a Álzaga al destierro.

Carlotismo vs. Juntismo

Cisneros llegó a Montevideo en junio, y el gobernador, Francisco Javier de Elío, aceptó su autoridad de nuevo virrey y disolvió la Junta. Buscando consolidar su poder, Cisneros lo designó inspector de armas del Virreinato.

Entonces, en julio, se dirigió a Buenos Aires, donde encontró 2 bandos enfrentados:

> el carlotismo, que intentaba establecer la regencia de Carlota Joaquina de Borbón en el Río de la Plata y cuestionaba la autoridad de la Junta Suprema Central y Gubernativa del Reino, que estuvo vigente hasta el 30 de enero de 1810; y

> los juntistas locales, dirigidos por Martín de Álzaga, quienes estaban en decadencia tras la derrota de su asonada de enero.

Cisneros indultó a Álzaga y los suyos.

Y a Liniers nombró Conde de Buenos Aires, y le permitió instalarse en una antigua estancia de los jesuitas en Alta Gracia, provincia de Córdoba. En 1810, Liniers estaba por regresar a España, cuando llegó la noticia de la Revolución de Mayo, a la que se opuso y por eso fue fusilado.

En cuanto, a Cisneros, pese a sus concesiones, no pudo impedir el debate sobre el destino del Virreinato.

El carlotismo estaba muy activo en su proyecto de crear en el Virreinato del Río de la Plata una monarquía constitucional, encabezada por Carlota Joaquina de Borbón, hermana del rey español Fernando VII, y esposa de Juan VI de Portugal.

Apenas llegada al Brasil, la monarquía portuguesa impulsó sus ambiciones expansionistas contra las vecinas posesiones españolas, especialmente sobre el Río de la Plata. El ministro de Negocios Exteriores y Guerra, Rodrigo de Sousa Coutinho, marqués de Linhares, se propuso anexar al Brasil toda la Banda Oriental del Río de la Plata y las minas del Potosí.

El brigadier Joaquín Javier Curado fue enviado al Río de la Plata, con un ultimátum a sus autoridades, ofreciendo una Real Protección al Cabildo y el pueblo de la ciudad de Buenos Aires.

En forma simultánea, la infanta Carlota Joaquina –aparentemente separada de su marido– y el comandante de la escuadra británica en el Brasil, lord William Sidney Smith, urdieron un plan ambicioso: asumiéndose como heredera, reclamó el trono español; y, dado que no podía ir a reclamarlo en la porción europea de su reino, comenzaría por las dependencias americanas, y la más cercana era el Río de la Plata.

Su denominada 'Justa Reclamación' desconocía los derechos de Fernando VII a la corona, y reconocía como legítimo rey a Carlos IV, quien había abdicado en favor de su hijo Fernando VII.

Carlota redactó 2 documentos iguales, firmados por ella y el príncipe Pedro Carlos de Borbón, sobrino de Carlos IV, que presentó a Juan VI de Portugal. Y enviaron un manifiesto a Buenos Aires, dictado al parecer por Sidney Smith, y corregido por Rodrigo de Souza Coutinho. El encargado de llevarlo fue el comerciante Carlos José Guezzi.

El Cabildo lo consideró una injerencia de la Corte Portuguesa en los asuntos internos de España.

No obstante, en una carta conjunta, Manuel Belgrano, Hipólito Vieytes, Juan José Castelli, Nicolás Rodríguez Peña, Antonio Luis Beruti y Miguel Mariano de Villegas, anunciaron a la princesa su adhesión, alegrándose que, en caso de que ésta asumiera en Buenos Aires,

"... cesaría la calidad de colonia, sucedería la ilustración, el mejoramiento y perfeccionamiento de las costumbres; se daría energía a la industria y al comercio, se extinguirían aquellas odiosas distinciones entre europeos y americanos, se acabarían las injusticias, las opresiones, la usurpación y dilapidaciones de la renta."

El proyecto carlotista chocó con el grupo de Martín de Álzaga y Francisco de Elío, quienes, tal como ya se mencionó. pretendían asegurar las posesiones españolas instalando Juntas de Gobierno en todas las ciudades importantes, tal como sucedía en España.

Los carlotistas querían en el Río de la Plata una monarquía moderada –es decir, constitucional– en la que tuvieran un protagonismo mayor los criollos a los españoles. La dinastía borbónica privilegiaba en forma permanente a los europeos para todos los cargos de alguna responsabilidad en el gobierno, la Iglesia católica y el ejército, y esa queja de los americanos fue determinante para la independencia hispanoamericana.

Pero el carlotismo era inviable porque

> suponía subordinar al Virreinato del Río de La Plata a la corte portuguesa asentada en Río de Janeiro (donde vivía Carlota Joaquina), y

> la Infanta era una absolutista convencida, y no aceptaría jamás una 'monarquía moderada'.

Pero la causa de Carlota Joaquína era popular en el Río de la Plata. Inclusive, por su cuenta, Cornelio Saavedra, coronel del Regimiento de Patricios, le escribió poniéndose a su disposición.

Desde Buenos Aires, los correos que se utilizaban (hoy día se le llamarían 'operadores') fueron

> Felipe da Silva Telles Contucci, oriundo de Florencia, Italia, de padre portugués, y afincado como comerciante en Buenos Aires, y

> un oficial recién llegado de España, José Manuel de Goyeneche.

> Saturnino Rodríguez Peña.

> Juan Martín de Pueyrredón, quien también tenía participación en otras intrigas políticas.

En 2 oportunidades, la Infanta intentó trasladarse a Buenos Aires, pero finalmente no lo hizo.

Sin duda, esa imposibilidad envió al fracaso su proyecto. Luego arribó Cisneros, Los carlotistas intentaron que éste no fuera reconocido, y contactaron a los jefes militares de Buenos Aires. Saavedra escribió una carta a la Infanta, "suplicándole se digne mandar impartirme las órdenes que fuesen de su real agrado.”

Sin embargo, ante el silencio de ella, e influenciado por el coronel Pedro Andrés García, su amigo, prefirió aceptar la autoridad de Cisneros.

El Sol de Mayo viene asomando

Pero en mayo de 1810, llegó al Río de la Plata la noticia de la disolución de la Junta Central, en España, y la caída de casi todo el territorio en manos de Napoleón.

Lo que hasta entonces había sido el carlotismo (y ya no lo sería) tuvo un papel muy activo en los acontecimientos inmediatos, y aportó mucha de su ideología, liberal y republicana aunque no democrática, y también aristocrática y unitaria.
Pero tuvo que ceder el liderazgo a un juntista, Mariano Moreno.

Así, el carlotismo derivó en un grupo revolucionario conocido como 'los chisperos', entre quienes estaban Antonio Luis Beruti y Domingo French, de destacada participación en la Semana de Mayo, durante la que repartieron las famosas cintillas (de color incierto), para diferenciar a los revolucionarios o, probablemente sería lo correcto, reformadores, respecto de los monárquicos.

Precisamente el día 21 de mayo, la Plaza de la Victoria (hoy Plaza de Mayo) fue ocupada por unos 600 hombres armados encabezados por French y Beruti, agrupados bajo el nombre de 'chisperos', quienes exigieron la convocatoria a un Cabildo abierto y la destitución de Cisneros.

Alarmado por el tumulto en la plaza, el Virrey aceptó la convocatoria para el día siguiente y le pidió a Cornelio Saavedra, comandante del Regimiento de Patricios, que tranquilizara a los vecinos que estaban en la plaza.

En el Cabildo Abierto, fue clave la presión de los 'chisperos'. Cuando se decidió una junta integrada por algunos criollos pero presidida por Cisneros, Beruti se opuso duramente y, forzó el rechazo generalizado, situación que disolvió la junta. Beruti dijo: "Una Junta presidida por Cisneros es lo mismo que Cisneros virrey".

El día 25, los 'chisperos' y grupos de vecinos se congregaron en la Plaza frente al Cabildo para exigir el derrocamiento del virrey y la formación de una nueva Junta.

Para asegurarse de lograr sus propósitos, los 'chisperos' manipularon la lista de invitados, excluyendo a quienes simpatizaban con Cisneros.

Dado que las sesiones demoraban demasiado, Beruti irrumpió en la sala y dijo:

"Señores del Cabildo: esto ya pasa de juguete; no estamos en circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces. Si hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar desastres y efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está armado en los cuarteles y una gran parte del vecindario espera en otras partes la voz para venir aquí. ¿Quieren ustedes verlo? Toque la campana y si no nosotros tocaremos generala y verán ustedes la cara de ese pueblo, cuya presencia echan de menos. ¡Sí o no! Pronto, señores, decirlo ahora mismo, porque no estamos dispuestos a sufrir demoras y engaños; pero, si volvemos con las armas en la mano, no responderemos de nada."

La 1ra. Junta existió como tal desde el 25 de mayo hasta el 18 de diciembre de 1810, cuando se incorporaron los diputados del interior y se transformó en la Junta Grande.

"En la muy noble y muy leal ciudad de la Santísima Trinidad, Puerto de Santa María de Buenos Aires, a 25 de Mayo de 1810: sin haberse separado de la Sala Capitular los Señores del Exmo. Cabildo, se colocaron a la hora señalada bajo de docel, con sitial por delante, y en él la imagen del Crucifijo y los Santos Evangelios; y comparecieron los Señores Presidente y Vocales de la nueva Junta Provisoria gubernativa, D. Cornelio de Saavedra, Dr. D. Juan José Castelli, Licenciado D. Manuel Belgrano, D. Miguel de Azcuénaga, Dr. D. Manuel Alberti, D. Domingo Mateu y D. Juan Larrea; y los Señores Secretarios Dr. D. Juan José Passo y Dr. D. Mariano Moreno, quienes ocuparon los respectivos lugares que les estaban preparados, colocándose en los demás los Prelados, Jefes, Comandantes y personas de distinción que concurrieron (...)"

Según Wikipedia, "Los principios que proclamó la Revolución de Mayo y por los cuales se guió el accionar de la Primera Junta fueron los de la soberanía popular, el principio representativo y federal, la división de poderes y duración de los mandatos, y la publicidad de los actos de gobierno".

La Sociedad Patriótica

La Junta no se presentó como una ruptura al orden preexistente sino como una continuidad de la soberanía de Fernando VII, prisionero en Francia.

Ese concepto fue expuesto como la teoría de la retroversión de la soberanía, por Juan José Castelli, en el Cabildo Abierto del 22 de mayo: el derecho de los pueblos a conferir la autoridad o mando en ausencia del monarca.

En España se habían formado Juntas de Gobierno bajo ese mismo principio, que desconocían la autoridad del rey José Bonaparte, nombrado por Napoleón Bonaparte en reemplazo de Fernando VII.

Sin embargo, no era unánime entre los integrantes de la 1ra. Junta las proclamaciones de lealtad a Fernando VII, y varios ocultaban sus motivaciones independentistas con el fin de evitar represalias.

La teoría de la retroversión de la soberanía se complementó con la teoría de la subrogación, por la cual al sustituir a la autoridad virreinal se asumían todas sus funciones y dignidades, por lo que la Junta debía ser reconocida por todas las ciudades y villas.

Una de las primeras medidas de la junta fue exigir juramento de obediencia; la Audiencia, el Cabildo de Buenos Aires y el Tribunal de Cuentas lo hicieron bajo protesta.

Con el objetivo de incorporar al resto del virreinato al proceso revolucionario, se envió la Circular del 27 de mayo a sus ciudades y villas.

El documento comunicaba el cambio de gobierno, exigía el reconocimiento y solicitaba la designación de representantes, que debían trasladarse a Buenos Aires, para integrar la Junta "Según el orden de llegada".

El nuevo gobierno desconoció la autoridad del Consejo de Regencia sobre el territorio americano, basándose

> en su carencia de representatividad con respecto a los territorios americanos; y

> en su falta de legitimidad, puesto que el órgano que le había transmitido sus poderes, la Junta Suprema Central, no disponía de las facultades para hacerlo.

En aquel comienzo, los 'chisperos' estuvieron muy activos.

> French trabajó en la creación de un cuerpo de infantería llamado “de América”, que finalmente se conoció como “la Estrella”. Y acompañó a Juan José Castelli a Córdoba e hizo ejecutar la sentencia de fusilamiento contra Liniers y sus cómplices.

> Beruti se unió a los partidarios de Mariano Moreno, e ingresó a las reuniones del Café de Marcos, donde se hacía cada vez más fuerte la oposición al núcleo saavedrista del gobierno.

Pero la Junta Grande, que intentó dar participación a los pueblos del interior mediante el Decreto de creación de las Juntas Provinciales del 11 de febrero de 1811, a su vez impuso una dinámica a los acontecimientos que provocó el malestar del morenismo.

El sistema de la Junta Grande, propuesto por Gregorio Funes, diputado por Córdoba, fue bien recibido en las capitales de intendencia pero resistido en las ciudades subordinadas, que no integraban las Juntas Provinciales.

La guerra fue iniciada contra los funcionarios españoles que no reconocían al nuevo gobierno, extendiéndose al Alto Perú, el Paraguay y la Banda Oriental.

La paradoja fue que, en aquellas circunstancias, el funcionamiento de la Junta Grande era inapropiado para un gobierno en guerra de supervivencia.

De todos modos, la Junta Grande debilitó al sector morenista.

Entonces, el 21 de marzo de 1811 en el Café de Marco, se formó la Sociedad Patriótica, que nucleó la oposición a Saavedra, la "semilla del impío Moreno" como la llamara el presidente de la Junta Grande.

La insignia de la sociedad fue una cinta blanca y celeste.

Si bien hay quienes afirman que el morenismo se parecía a los jacobinos de la Revolución Francesa, carecían de la inserción que aquellos tenían en el pueblo francés, a través de los sansculottes.

Esa falta de presencia popular, y la incomprensión de la debilidad que suponía, sería la clave de su derrota.

De inmediato, Saavedra fue autorizado a detener a todas las personas denunciadas y sospechosas, las que serían juzgadas de manera sumaria por el mismo gobierno. Los detenidos fueron quienes llevaban la insignia de la Sociedad, la cinta blanca y celeste: más de 80 jóvenes detenidos en la galería norte de la fortaleza, aunque liberados al finalizar el día, la medida sólo sirvió para popularizar la Sociedad, que al anochecer del siguiente día reunió más de 300 personas.

Esto se repitió con "algazara y confusión" durante alrededor de 1 semana, lo que alimentó la idea de que se promovía una pueblada para derrocar al gobierno y apoderarse de las propiedades de los españoles.

En esas circunstancias se hizo público que el comandante del Regimiento N° 2 (Arribeños), el cordobés Juan Bautista Bustos, aliado de Funes, llegó a solicitar permiso al gobierno para disolver la Sociedad a balazos.

Para alejar la posibilidad de una represión abierta y directa, la Sociedad resolvió trasladarse a una sala en la calle de la Catedral, entre la Piedad y Cangallo, y presentar a la Junta Grande la aprobación de su reglamento.

Saavedra respondió felicitando públicamente a la Sociedad y alentándola a continuar sus tareas. A fines de marzo parecía volverse a la normalidad.

Pero era una ilusión. Solamente era una tregua.

Saavedra temía que los morenistas intentarían hacerse con el poder. Tenía información interna de la Sociedad, que le permitía seguir sus movimientos y esperaba un levantamiento para reprimirlo con firmeza. Por eso mantenía acuarteladas a sus tropas.

La Sociedad sólo contaba con el regimiento de French. Es cierto que mantenían contacto con el general Manuel Belgrano y con Juan José Castelli, vocales del gobierno, quienes comandaban los 2 ejércitos de la revolución en operaciones. Pero ninguno estaba en Buenos Aires.

Juan Manuel Beruti, partidario de la Sociedad, admitió que se preveía un movimiento "que estaba señalado para hacerse el 20 y tantos de este mes" que debía "deponer al presidente, por desconfiar de él, y sacar también algunos diputados de las provincias, porque eran de la facción del presidente".

El clientelismo

Si esto fue cierto, en la noche del 5 al 6 de abril de 1811, los de Saavedra se les anticiparon. Si no fue cierto, da igual.

Resultaron reemplazados 4 miembros morenistas de la Junta Grande: Juan Larrea, Miguel de Azcuénaga, Hipólito Vieytes y Nicolás Rodríguez Peña.

Como secretario de gobierno fue nombrado un personaje lamentable, Joaquín Campana, quien asumió el liderazgo de la Junta, compartido con Saavedra y el Deán Funes.

Aquella "revolución de los orilleros" o "Revolución Quinti-sexta", fue un golpe cívico-militar que permitió al sector conservador (Cornelio Saavedra, Gregorio Funes, Manuel Felipe Molina y Joaquín Campana) asegurar el control de la Junta Grande de gobierno, eliminando a la minoría radical morenista.

El líder emergente fue Saavedra, aunque su rol se fue desdibujando velozmente porque la división que ocurrió afectó directamente el comportamieto de las tropas que peleaban contra los españoles monárquicos.

Ignacio Núñez, miembro de la Sociedad e hijo del escribano del Cabildo, Justo José Núñez, afirmó que Saavedra fue el gestor de la conspiración: "En la más absoluta reserva entró en conferencia el presidente Saavedra con los jefes militares que le profesaban una ciega devoción: ellos le propusieron (...) aprehender en una noche y encarcelar en los cuarteles cuarenta o sesenta revoltosos, con inclusión de los vocales del gobierno primitivo, para confinarlos enseguida a diferentes puntos del territorio".

Según Núñez, seguro ya de contar con los comandantes, Saavedra entró en conferencia con Funes y "los doctores de su círculo", así como "con los conjueces que habían sustituido a los ministros de la Real Audiencia, a saber: doctor José Darragueira, Vicente Echavarría, Pedro Medrano y Simón Cossio".

Coincidiendo en la necesidad de no aparecer complicados, resolvieron "que se ejecutase un movimiento simultáneo por los cuerpos del ejército y por el pueblo".

No obstante, como no se encontraron en la ciudad vecinos dispuestos a ponerse al frente del movimiento, especialmente cuando había dudas de que el Cabildo, "que se consideraba como el órgano del pueblo y cuya influencia había intervenido en todas las convulsiones que se habían sucedido desde el año de 1806", apoyaría una acción semejante, los complotados acudieron a los arrabales a buscar gente.

Saavedra siempre negó haber estado involucrado: "Se supone que yo fui el autor de el, o cuando menos sabedor y consentidor. Se me injuria inicua y atrozmente con esta imputación: no solo no fui autor, ni sabedor de el, sino, que los que lo causaron y realizaron me lo ocultaron estudiosamente. Don Francisco Ortíz de Ocampo, coronel, fue uno de ellos, y concurrió a la última junta que tuvieron, fue de los que más se opusieron a que se me diese noticia de él, receloso de que lo impidiese."

Sin embargo, cuestiona a Saavedra una realidad: el alcalde Tomás José Grigera, era su amigo personal, muy popular en los suburbios, desde Barracas hasta el bajo de la Recoleta, y fue quien consiguió a los orilleros que ocuparon la Plaza de Mayo para exigir expulsar al morenismo.

Ignacio Nuñez relató así el inicio del levantamiento:

"Al anochecer del día 5 de abril empezaron a reunirse hombres emponchados y a caballo en los mataderos de Miserere, a la voz del alcalde de barrio don Tomás Grigera, cuyo nombre sólo conocido hasta ese día entre la pobre clase agricultora, principió a ser histórico para este país: a medianoche penetraron por las calles de la ciudad, y antes de venir el día ocuparon la plaza Mayor como mil quinientos hombres, pidiendo a gritos la reunión del cuerpo municipal, para elevar por su conducto sus reclamaciones al gobierno."

Grigera era el principal pero no el único alcalde que movilizaba: el petitorio aparecido en la Gazeta Extraordinaria del 15 de abril incluye las firmas de los alcaldes de los cuarteles 8 (Juan Pedro Aguirre, el único cuartel céntrico), 6 y 15 (Martín Grandoli y Miguel Arellano, de la periferia de la Concepción y el Alto), 17 (Rafael Ricardes, entre Monserrat y Lorea), 20 (Fermín de Tocornal, en el extremo noroeste de la ciudad) y 29 (Tomás Illescas), aparte de José Bernabé Marmol, Alejandro Lima, Pedro Fernández, Pascual Suárez, Francisco Díaz y Andrés Hidalgo.

En el centro de la conspiración se encontraban los principales comandantes militares:

> Martín Rodríguez, de los Húsares,

> Juan Antonio Pereira, 2do. de Saavedra en el Regimiento de Patricios,

> Juan Ramón Balcarce y Marcos Balcarce, Juan Bautista Bustos y el también vocal Francisco Ortiz de Ocampo,

> los conjueces José Darragueira, Vicente Echavarría y Pedro Medrano,

> el abogado Joaquín Campana,

> los alcaldes Tomás José Grigera y Juan Pedro Aguirre, el vocal Cossio y

> Gregorio Funes.

La derrota del morenismo

2 vocales de la Junta, Vieytes y Peña, increparon a Saavedra fuertemente "por no haber impedido este tumulto con las armas que estaban a su disposición".

El presidente de la Junta Grande se disculpó aduciendo haber desconocido hasta último momento el objeto de la manifestación y a sus dirigentes. Apuntó asimismo al Cabildo en razón de que los alcaldes de quintas encabezados por Grigera parecían dirigir el movimiento y "porque según los partes que había recibido hasta aquella hora, los conjurados sólo invocaban la reunión de aquel cuerpo como el único que les inspiraba confianza."

La Junta resolvió entonces convocar al Cabildo y para cuando la mayoría de los miembros del ayuntamiento se habían hecho presentes la plaza estaba ya ocupada por mucha gente.

Por orden de Saavedra, quien era aún sospechado de responsable último del movimiento, Grigera fue conducido ante la Junta en la madrugada del día 6, sábado y víspera de Ramos.

Saavedra relataría así el interrogatorio: "previo el juramento que se le recibió, le pregunté: ¿Si era verdad que había procedido a citar y reunir los alcaldes de barrio y tenientes de cuartel? Respondió que sí. ¿He dado yo orden para tal citación? volví a preguntar: No señor, contestó él. ¿Pues de cuya orden, o en virtud de que mandato ha procedido usted a hacerla? De orden del pueblo contestó Grigera. ¡Del pueblo! repliqué. ¿Quién es ese pueblo que le da a usted tales órdenes sin noticia ni conocimiento del gobierno? A lo que no respondía más que "el pueblo quiere, el pueblo tiene que pedir".

Grigera fue interrogado luego por el diputado morenista Hipólito Vieytes, sin que el alcalde de las quintas se saliera de su discurso invocando el mandato del pueblo hasta que al salir el sol, con redobles generales de tambores se formaron las tropas en la plaza, con excepción del Regimiento América, y un tropel de oficiales encabezado por Martín Rodríguez y Juan Ramón Balcarce, acompañado por el doctor Joaquín Campana, oficiales y paisanos, entre 40 y 60 hombres en total, entraron hasta la sala del despacho y reclamaron que se diera fin al interrogatorio y se liberara a Grigera y al Cabildo para que por su conducto pudieran transmitirse al gobierno las peticiones del pueblo y el ejército. Así, Grigera y los cabildantes volvieron a sus puesto entre las aclamaciones de la multitud.

Luego se presentó una diputación del Cabildo compuesta del regidor Manuel Aguirre, el síndico procurador doctor Miguel Villegas y el escribano doctor Justo Núñez, trayendo el petitorio firmado por los alcaldes de barrio y sus tenientes, y de los jefes de regimiento.

Contaba de 17 puntos en contra de "cierta porción de individuos" que habían formado "una facción de intriga y cábala". Se exigía fundamentalmente

> la deposición de los morenistas de la Junta (Miguel de Azcuénaga, Juan Larrea, Nicolás Rodríguez Peña, Hipólito Vieytes) y su deportación, junto a Domingo French y Antonio Luis Beruti, comandantes del Regimiento América, Ramón Vieytes, Gervasio Antonio Posadas, Felipe Cardoso y Agustín José Donado.

> También se requería que Manuel Belgrano fuera separado del ejército y regresara a Buenos Aires para enfrentar un sumario por la derrota en Paraguay.

> Las vacantes en la Junta debían ser cubiertas por Feliciano Chiclana, Atanasio Gutiérrez, Juan Alagón y Joaquín Campana.

> Entre otros puntos, se disponía bajo la dirección de Grigera la reorganización en cuarteles de las quintas, desde el arroyo Maldonado hasta la cañada de Morón.

> Pero el punto que encabezaba su petitorio era una exigencia aún más radical: "que se expulsen de Buenos Ayres a todos los europeos de cualquier clase o condición".

A principios de 1811 la Junta había dispuesto la expulsión de los españoles europeos solteros de la ciudad y los morenistas se opusieron públicamente a la medida, que debió ser suspendida.

En la nueva ocasión, "por salir del apuro porque la gente permanecía en su puesto y la tropa no se movía" se acordó lo solicitado pero convocando a una nueva asamblea a realizarse dentro de los 8 días.

Insólitamente, la reacción inicial de los miembros de la Sociedad Patriótica fue burlarse de esa "nueva alianza de charreteras y chiripás que ejercitaba la mordacidad de la servidumbre".

Inocentes o irresponsables, los jóvenes de la Sociedad luego iban a los cafés a "comentar y ridiculizar, sin embozo y a carcajadas, las ocurrencias y las grotescas actitudes de estos desvalidos soberanos".

En tanto, antes del mediodía, los comandantes militares enviaron un ayudante al cuartel del Regimiento América o de la Estrella citando a su comandante French y a Beruti, su Nº2, a concurrir al Fuerte por orden del gobierno.

Al llegar a la plaza Mayor, ambos fueron arrestados y encerrados en el cuartel de Arribeños, que estaba sobre la misma plaza. De igual manera, fueron detenidos en sus casas Gervasio Antonio Posadas, Agustín José Donado, el presbítero Ramón Vieytes y Felipe Cardoso.

Cerca del mediodía los miembros de la Sociedad empezaron a tener noticias de que habían sido derrotados.

Finalmente desde los balcones del Cabildo se anunció a los manifestantes la aceptación del petitorio y se los invitó a retirarse.

En la misma tarde del día 6 de abril de 1811, los detenidos fueron trasladados con custodia a la Guardia de Luján en espera de su destino.

El dia 8 se instituyó el Tribunal de Seguridad Pública, bajo la presidencia de Vicente Anastasio Echevarría, uno de los conjueces criollos del tribunal de la Audiencia y al que se agregaron como vocales el capitán Bustos, Atanasio Gutierrez y Juan Pedro Aguirre, con Juan José de Rocha como secretario.

Ese mismo día encabezado por Medrano se inició el proceso contra los partidarios del partido caído.

Entre los dias 9, 10 y 11 fueron detenidos en los cuarteles más de 100 ciudadanos.

La fractura

El 9 de abril se envio una circular a los Cabildos del interior comunicando los sucesos, afirmando entre otros conceptos que el 6 de abril "no será para Buenos Ayres menos glorioso que el 12 de agosto, 5 de julio y 25 de mayo".

El día 15 se publicó un número extraordinario de la Gazeta explicando el movimiento. Allí se calificaba a los morenistas con los epítetos

> "fanáticos",

> "frenéticos",

> "demócratas furiosos",

> "desorganizadores",

> "inmorales",

> "hambrientos de sangre y de pillaje",

> "infames",

> "traidores",

> "facciosos",

> "almas bajas",

> "cínicos revoltosos",

> "insurgentes",

> "hidras pozoñosas", y

> "corruptores del pueblo".

Saavedra afirmaría que "Publicado este suceso, y comunicado a los pueblos se recibió con buen semblante. Conservo en mi poder una carta gratulatoria, que con motivo de él, me dirigió el doctor don Antonio Álvarez Jonte, desde Chile".

Concluido el movimiento con todo éxito, el gobierno buscó asegurarse que la movilización organizada de los orilleros no se transformara en una amenaza, y le restó poder a los alcaldes de barrio y redujo sus cargos de vitalicios a anuales.

Pero había otras consecuencias que ya no podrían detenerse.

El 20 de junio, el Ejército del Norte, con sus mandos y oficialidad divididos políticamente y sus unidades separadas tácticamente al mando del morenista Castelli y de Antonio González Balcarce, por un lado, y el saavedrista Juan José Viamonte, por el otro, fueron derrotados en la batalla de Huaqui.

Se culpó directamente al golpe del 5 y 6 por el desastre.

Luego, los sucesos del 5 y 6 de abril, enseñaron al pueblo de Buenos Aires y del interior que se podían deponer y desterrar autoridades agitando la clientela política.

French, Beruti y otros morenistas, fueron despojados de su cargo y desterrados a la Patagonia. Recién pudieron regresar en 1812.

Uno de los deportados, Gervasio Posadas, afirmaría que "vinieron a la plaza Mayor aquella noche del 5 de abril todos los vecinos de los arrabales y quintas como unos opas y sin saber a que fin eran allí citados y traídos por un tal Grigera condecorado por Saavedra con el nombramiento de alcalde mayor".

Una curiosa consecuencia de estas expulsiones fue la rebelión del Cabildo de San Luis, adonde fueron internados algunos de los expulsados, quienes convencieron al Cabildo local de retirar la representación del diputado Marcelino Poblet, con la intención de debilitar a la Junta.

Pero la Junta decidió que Poblet siguiera en su cargo para protegerse de sus adversarios. De todos modos, perdió apoyo en los Cabildos del interior. Por eso los Cabildos del interior no defendieron a la Junta Grande ante la presión porteña que causaría su caída.

Esta ausencia de identificación o de representación del interior en los gobiernos en Buenos Aires ha resultado una constante de las Provincias Unidas del Río del Plata y de su continuidad, la República Argentina.

Es el nudo del debate del Bicentenario acerca de coparticipación federal de impuestos, delegación de autoridad de las provincias en el Ejecutivo Nacional y otros problemas actuales.

La Junta Grande, con varios cambios en su composición, gobernó hasta el 22 de septiembre de 1811, cuando fue reemplazada por un golpe institucional encabezado por el Cabildo de Buenos Aires, que llevó al gobierno del 1er. Triunvirato, que intentó recuperar algunos conceptos de la 1ra. Junta.

Pero se estaban perdiendo mucho tiempo, demasiada energía, notables anhelos y extraordinarias oportunidades.

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